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Silvia y Waterloo

La opinión de Ángel Santiago Ramos (22/2/2019)

La opinión de Ángel Santiago Ramos (22/2/2019)

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León

El abandono de Silvia Clemente de todos sus cargos institucionales, orgánicos y de la propia militancia, lo hizo envuelto en unas durísimas declaraciones contra el proyecto político que lidera en esta Comunidad el presidente regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco.

Las duras descalificaciones de Clemente, que ocupó durante dos décadas importantes cargos en los gabinetes de Juan Vicente Herrera, abren un agujero en los intereses electorales de un partido en crisis que muestra signos evidentes de fragilidad orgánica. Más de treinta años gobernando la Comunidad con cómodas mayorías, hace tiempo parecen un proyecto agotado.

Los casos de corrupción y la dejadez como costumbre, han sido incapaces de poner en marcha una administración eficaz. Sin ideas para conectar y desarrollar un territorio complejo, la llegada de tiempos y competidores electorales nuevos ha cogido a los dirigentes populares detenidos en un andén sin salida.

Con la amenaza de verse relegada a la nada, Silvia Clemente, una mujer de sobradas ambiciones políticas, aprovecha la oportunidad para poner una bomba en el culo de la que ha sido su casa política en los últimos años. Es una venganza de libro contra quienes, piensa ella, han aireado informaciones para su descrédito y orillarla.

La crisis en el PP está llegando al territorio donde todo vale, incluido el uso de los dosieres para quemar enemigos internos. Lo malo de estos tiempos es que los quemados –y serán más- no se van para su casa, sino que cambian de acera y pasan a engordar la siglas de los partidos hermanastros.

Entre Vox y Ciudadanos se van a llevar a muchos militantes populares descontentos y cabreados con su partido. El bronco e insultón estilo de Pablo Casado no es suficiente para frenar la pérdida de apoyos y simpatía en un electorado que se cansó de corrupción y de esperar un milagro.

De momento a Silvia la esperan, cuando convenga, para caminar sobre las aguas anaranjadas de quienes sueñan con matar a Waterloo.

 
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