A Salvador Távora
La opinión de Antonio Cepedello
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Andújar
-Lo descubrí como dramaturgo en el duro e ilusionante período de transición política de finales de la década de los 70, cuando llegó a nuestro añorado teatro ‘Avenida’ con su grupo ‘La Cuadra’ para representar una obra, titulada ‘Andalucía amarga’ que me marcó para siempre.
-Tuve la gran suerte de conocerle en persona al inicio de los festivos y embaucadores años 80, en el mitin en Madrid donde Marisol anunció que dejaba de ser una estrella infantil del cine y la música para convertir en la camarada Pepa Flores.
-Allí me concedió una entrevista, con todo el agrado del mundo, a pesar de mi bisoñez y torpeza como alumnos de Periodismo. Al final no le pregunté nada, porque con su interesantísima conversación inicial me dejó tan embobado que se me olvidó todo lo que pensaba interrogarle. Fueron sólo unos diez minutos, pero sus palabras me han servido para toda la vida, tanto sus ideas como sus valores, principios y enseñanzas.
-Mi concienciación sobre la necesidad de contar con una identidad cultural, buscar una verdadera justicia social o comenzar la lucha de clases se consolidó entonces, porque me desveló todas las dudas que tenía sobre ello y además, lo hizo de una forma tan entendible y cordial, que salí de aquel cine madrileño dispuesto a montar una nueva revolución que nos devolviera la II República Española que el golpe de Estado genocidia del 36 nos había arrebatado con el poder de las bombas y las pistolas.
-Intenté seguir después su trayectoria profesional todo lo que pude, aunque el poder económico y sus medios de información lacayos lo arrinconaron en el mayor de los olvidos, porque para unos era un rojo y otros lo consideraban demasiado rojo. Sus obras y sus ideas resultaban cada vez más un peligro para mantener nuestro actual sistema económico, controlado por ‘mercaderes’ sin escrúpulos.
-Tengo la gran suerte de compartir con él el amor a un barrio sevillano humilde y obrero, el Cerro del Águila, donde se crían cuatro de las personas que más quiero, tres de mis sobrinos y mi cuñada Ana Esther, además de coincidir en aficiones como el cante flamenco o los toros. Lo del apego a la Semana Santa ya lo llevo peor, pero sus breves e intensas enseñanzas me sirvieron para saber distinguir las tradiciones de verdad de los tópicos interesados, además de confirmar mi creencia sobre que las diferencias culturales o geográficas unen más que separan, a pesar del esfuerzo de los caciques y ‘señoritos’ de ahora, los magnates financieros, para utilizarlas con el objetivo de dividirnos y enfrentarnos, y así poder consolidar su poder.
-Nos une también que yo tampoco pienso cambiar por mucho que nos cambien nuestra sociedad; seguiré imaginando e ilusionándome a diario con un mundo mucho más justo y solidario, aunque me condenen como iluso; continuaré andando a pasito seguro, por mucho que quieran pararnos, hasta que nuestra tierra sólo dé para comer a los que trabajan su pan, y echemos a todos los ‘gachós trajeaos’ que con cuatro palabritas finas nos roban y nos roban, como cantaba el inolvidable Carlos Cano.
-Lo dicho. Salud, suerte, Andalucía y República siempre, compañero Salvador Távora.