El cerdo rosa de la felicidad
A Coruña
¿Sabían ustedes que cada 24 horas se intercambian 3,2 billones de dólares a la velocidad de la luz? Y sin sobres, ni nada. Se trata de dinero electrónico, de ese que no se puede meter debajo del colchón.
Hablemos de dinero. Nuestra relación con el dinero comienza desde pequeños, cuando nos regalan la típica hucha con forma de cerdito, que nunca entenderé porqué el icono de las huchas es un cerdo, como si los cerdos fuesen ahorradores en su día a día. Debe ser porque el jamón está caro...no se. El caso es que ese cerdito es nuestro primer banco y quizás, el más honesto de todos, por su sencillez. Y el más limpio, a pesar de ser un cerdo.
Nosotros metíamos monedas y solo podíamos sacarlas si rompíamos el cerdito. Imagínense que pasase eso con los bancos de verdad. "Meta usted todos sus ahorros y solo los podrá sacar si nos quema las instalaciones". Estoy seguro de que algún preferentista ya se frota las manos.
Total, que el cerdito engordaba hasta que llegaba el momento de romperlo. Era una tradición familiar muy de los ochenta. "Venga hijo, vamos a romper el cerdo a martillazos!".
Y ese momento era crucial, el momento de contar nuestra fortuna. Cuidadosamente íbamos apilando las monedas, por su valor, contando y anotando en una libretilla. Y cuando sumábamos todo, se nosa abrían los ojos y todo un mundo de posibilidades de compra aparecía ante nosotros. Casi todo juguetes, claro. "Papa, con esto podría comprarme hasta un ordenador". Y tu padre decía: "¿Un ordenador? Eso no tiene futuro."
Pero sí tenía futuro. Nuestras apps de banca son los nuevos cerditos rosas donde metemos nuestros ahorros. Lo malo es que nunca rebosan, porque donde nosotros ingresamos, otros nos quitan, casi sin darnos cuenta, a base de domiciliaciones bancarias.
En fin, ya saben lo que dicen: el dinero no da la felicidad, pero igual ayuda a comprarla. Qué duda cabe.
