Los mensajes de campaña
Manolo Pareja

Jerez de la Frontera
Tenemos por delante dos meses de campaña, elecciones, más campaña, más elecciones, y formación de gobiernos, pactos y acuerdos. Esta es la esencia de la democracia; sin embargo, tengo la impresión de que en los últimos años nos invade un cierto hartazgo, que se agiganta si sumamos al debate el tema catalán. Qué aburrimiento de Cataluña. Me pregunto qué pasaría si viviéramos en un sistema donde no rigiera la democracia, echaríamos en falta la política con mayúsculas. ¿Qué es lo que nos produce entonces ese cansancio? Apunto un par de causas: la primera es que lo sustancial del debate público no es sobre los grandes temas, sobre la política con mayúsculas, sino la que ponen en la agenda partidos, lobbies y otros grupos de interés, esa política pequeña, que es necesaria, pero no debe convertirse en lo principal. La segunda, el reduccionismo al que las democracias liberales están condenando los mensajes políticos. Para temas complejos, con los que llevamos guerreando décadas, se imponen hoy fórmulas simplistas, soluciones fáciles, llámese inmigración, desigualdad, paro, precariedad, educación, o asuntos como el aborto, eutanasia, maternidad subrogada, las cuestiones de género y los que ustedes quieran añadir. Desconfíen de los mensajes directos y contundentes, propio de mítines para un público entregado. Sean críticos con el adversario político, pero sobre todo con su opción política preferida, así no se llevarán después un chasco.




