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Monstruos, lugares malignos y otros enigmas de la Serranía de Cuenca

Desde el Ventano del Diablo hasta la laguna de Uña, la sierra esconde misterios en su amplio territorio donde abundan las leyendas

Laguna de Uña (Cuenca). / Cadena SER

Cuenca

En el espacio Misterios Conquenses que coordinan Sheila Gutiérrez y Miguel Linares, y que emitimos los martes en Hoy por Hoy Cuenca, hacemos esta vez un viaje por la Serranía de Cuenca con paradas en enclaves con nombre dedicado al maligno, con una historia truculenta a sus espaldas. Lugares donde a día de hoy se siguen contando historias de criaturas, de monstruos, donde aquellos que fueron testigos salieron huyendo. Testimonios ocurridos en la laguna de Uña.

Monstruos, lugares malignos y otros enigmas de la Serranía de Cuenca

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Subiendo por la carretera que nos llevará al Nacimiento del Río Cuervo, pasando el pueblo de Villalba de la Sierra, a menos de cuatro kilómetros, nos encontramos a la izquierda con el mirador del Ventano del Diablo, un nombre bastante peculiar.

Este balcón natural es como una bóveda, una cavidad con dos grandes ventanales u orificios, donde algunos, libre a la interpretación, creen encontrar similitud con una calavera vista desde dentro.

Ventano del Diablo.

Ventano del Diablo. / Cadena SER

Si nos asomamos veremos el curso del río Júcar, sus conocidos cortados, águilas que planean a favor del viento, pero lo que turba ese momento de paz y relajación, es el nombre del lugar. ¿Por qué un lugar tan bello, tiene por nombre al maligno? Algo que nos desconcierta y que como algunos lo describen: «Un lugar que se encuentra más cercano al cielo que al infierno».

Lugar que, según nos cuenta la leyenda, fue el sitio elegido para realizar ceremonias, donde se llevaban a cabo macabras sesiones de brujería, con rituales y sacrificios humanos, donde aquellos que podían o intentaban escapar asomándose a aquellos ventanales eran arrojados sin piedad, o ellos mismos saltaban para escapar de las garras de brujas y del mismísimo Diablo.

Al terminar su sacrificio ni siquiera se les removía un poco las conciencias y aquellos cuerpos sin vida eran lanzados al vacío, sirviendo de comida a depredadores y carroñeros. Un lugar al que nombraron con el nombre de aquel asesino, advirtiendo del peligro que nos encontraríamos al visitarlo.

Cogemos de nuevo el coche y vamos a avanzar unos kilómetros más. Nuestra parada la hacemos en una laguna con mucho misterio e historia: la laguna de Uña, un paraje donde los que conocen sus extrañas historias son reacios incluso de disfrutar de su frescura en los meses estivales. Mayores y no tan mayores nos narran historias de criaturas marinas tan dignas como las del Lago Ness.

Algunos habitantes de Uña las recuerdan a día de hoy. Los casos a los que nos vamos a referir ocurrieron casi en su totalidad en los veranos de finales del XIX.

Son historias de monstruos, de criaturas salidas de cuentos, donde el objetivo posiblemente sería el de asustar a los niños, alejarlos de posibles peligros. Criaturas que quitaban el sueño a niños y a adultos. Como la que nos narran la experiencia que tuvieron o mejor sufrieron dos hermanos que aseguraban haber visto en la laguna, entre los juncos, una serpiente.

Eran adolescentes, les encantaba pasear hasta quedar exhaustos y una de esas paradas para descansar la hicieron al lado de la laguna, momento en el que vieron a aquel réptil, pero no era como los que estaban acostumbrados a ver, era una gran serpiente con una apariencia monstruosa, la que en alguna ocasión describieron como un lagarto gigante y alargado.

Estas contradicciones son debidas al terror que sufrieron estos dos hermanos, presos del pánico, que les hizo dudar de lo que vieron, pero que quizá no iban muy desencaminados porque también existe el testimonio de un labrador que un día vio un lagarto gigante que se acercó y quiso atacar a sus mulas cuando se disponían a beber en la laguna y que salió despavorido del lugar.

Por último hemos querido rescatar el testimonio de una mujer que un día caminando hacia su huerta, cercana a la laguna, sintió de repente sobre su cabeza el aleteo de un pajarraco, era de grandes dimensiones, de grandes alas que después se adentró en el agua.

 
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