El Centro y la belleza que retumba

Asturias

Dimes y diretes en la superficie; alaridos de rabia en los fondos. Procesiones del silencio de otros. A la inmensa mayoría, que considera la política como algo ajeno, se les quiere sacar de sus casillas y su abulia, mediante dádivas, ofertas fantásticas, manifiestos y avisos de ¡peligro!: ¡moros en la costa! Mientras tanto, Pensionistas y otros actores y actrices, con su retrovisor móvil, se mantienen en estado de memoria y reclaman y luchan. Saben que si no se hacen cargo de sí y de los otros, ocurrirá lo consabido: la privatización de Pensiones públicas, de gestaciones.

El Centro político, en Latín, mediocritas, ocupa todo el espacio. Con su tibieza, sus tacañerías ideológicas, sus cautelas, intenta atraer a sus dominios a la recua de bieninstalados y timoratos; también de desamparados y “dejados”. Suele tener éxito porque la “mediocridad” se considera el sustento de la democracia realmente existente. Pero el Centro político, ese lugar común, tan frecuentado es, paradójicamente, un club muy selecto: admite mascotas pero no a “Colmillos Blancos”. Lo contó Jack London.

Entramos en campaña electoral, en Latín petitio, que significa “petición” y “ataque”. Se nos convoca a ejercer el deber de decidir el derrotero y conviene acudir a la llamada.

Un político, cuyo nombre no recuerdo, en un estilo deliciosamente joseantoniano, dijo que la nueva política había venido para que la belleza retumbara en todos los rincones de nuestra tierra.

El estilo tiene gran capacidad de convocatoria, incluso de arrastre. Y la belleza retumbó, al son guerrero de quienes no dejaron de hacer guardia junto a los luceros.

Sursum corda! ¡Prohibido suicidarse en primavera!