'Distopía electoral'

Algeciras

Casi prefería aquellas campañas electorales de antaño, en las que nos entreteníamos escuchando una trola tras otra, sabiendo a conciencia que cada promesa guardaba una relación directamente proporcional a su grado de incumplimiento.

Eran otros tiempos: venga kilómetros de nuevas carreteras y autopistas, más hospitales, pantanos como los que inauguraba aquel otro, puentes, colegios y puestos de trabajo contados por miles, qué digo yo, decenas y centenares de miles. Tanto compromiso trazado con humo lograba, al menos, sacarnos una sonrisa.Las rutas por las que se conducen las campañas electorales en la actualidad han cambiado. Desde la victoria de Donald Trump, sabemos que la línea que separa la victoria de la derrota está dibujada a mano alzada con estiércol de la mejor calidad.

La crispación, en términos electorales, es más rentable que las propuestas elaboradas, no digamos que las ideologías. Dos ideas inundan el universo electoral: Pedro Sánchez es un peligro para España porque pacta con los terroristas y Pablo Casado, un fascista.

Ni lo uno ni lo otro es remotamente cierto: fueron muchos los socialistas asesinados por ETA y fue con un Gobierno del PSOE cuando la banda fue derrotada. En cuanto al líder del PP, nadie le ha visto jamás pistola en mano acallando a sus rivales. También sus concejales cayeron asesinados.

La mentira ha dejado paso a la puñalada trapera por medio de las redes sociales y su legión de apóstoles. Pensábamos que el hoy presidente de EEUU era un mal payaso y nos hemos percatado de que es un loco peligroso con alta capacidad de contagio.