Para que veas
Aranda revive con la Bajada del Ángel el ancestral rito de retirar el manto de luto a la Virgen frente a la imagen del Resucitado durante el Domingo de Gloria
Aranda de Duero
Volvió el ángel, volvió el anuncio y la Bajada del Ángel se celebró este domingo en Aranda un año más, con la frescura de la primera vez. Que sí era la primera para la pequeña Irene Arnáiz, cinco años de ilusión y responsabilidad, revestidas en una túnica blanca y dorada, con alas y aureola, dispuesta a cumplir con rigor adulto su importante misión: protagonizar el anuncio de la Resurrección de Cristo a su Madre, bajando del cielo arandino. Un cielo que había amanecido ceñudo y gris, pese a las previsiones que apenas hablaban de una pequeña posibilidad de lluvia. Una lluvia que finalmente decidió portarse bien, tras su empeño en deslucir la primera parte de la Semana Santa arandina desbaratando procesiones.
Así que este año 2019 no hubo impedimento ni molestia para cumplir un rito que pese a las décadas, probablemente siglos, reiterado y repetido se hace nuevo cada Domingo de Gloria. Apenas seis minutos pasaban de las doce del mediodía, un horario que este año se ha retrasado una hora para dar margen suficiente a la recientemente incorporada procesión con la imagen de Cristo Resucitado, cuando los centenares de miradas que se elevaban hacia la fachada de Santa María, concentraron su atención en la apertura de las puertas del cielo azul simulado en el cajón insertado temporalmente por unos días sobre las puertas del templo. Desde allí, lento y solemne, transcurrió por el cordelaje que cruza el vuelo de la plaza el huevo azul y blanco, preñado de esperanza en su interior, hasta colocarse sobre la imagen de la Virgen cegada de luto por el negro velo que le cubría el busto. Y ni siquiera hizo falta que apareciera el sol, porque una vez abierto el mecanismo y aparecida la imagen del ángel entre colorida lluvia de confeti, el entusiasmo de Irene en sus revoloteos, brazadas y pataleos fue suficiente para arrancar los aplausos y las exclamaciones de admiración y aliento del, como siempre, numeroso público que abarrotaba la Plaza de Santa María. Tanto entusiasmo el de la niña-ángel, tanta atención en que los movimientos tuvieran la energía necesaria para transmitir la fuerza del anuncio encomendado, que el velo de luto que acababa de retirarle a la Virgen se escapó de su manita en la primera de sus tres subidas al cielo. La inocente anécdota de la jornada. Ningún problema. Con la ayuda de los cofrades que miraban desde el suelo, Irene recuperó el velo a continuación para seguir agitándolo en el aire y demostrar que era a un tejido inútil ante la imagen del Resucitado frente a su Madre. La Vida tiene más fuerza.
Aplausos y campanas acompañaron el rito durante los apenas dos minutos que, en Aranda, cada año, marcan todo el Domingo de Pascua. La Cofradía de las Candelas o de la Virgen de la Misericordia, la reciente cofradía de Cristo Resucitado, la iglesia de Santa María y todo el pueblo arandino ya han conseguido, un año más, hacer nuevo lo ancestral para que el tesoro legado por los antepasados se transmita de generación en generación.