Un desahucio en San Antonio

Palencia

Nos hemos vueltos insensibles ante el dolor que sufren millones de seres humanos. Vemos en la televisión el rostro desencajado de los refugiados, de los niños africanos, de los inmigrantes que vienen a nuestras costas en pateras, el asesinato estos días de cientos de cristianos… Asistimos impasibles antes unos hechos que atentan contra los derechos más fundamentales del ser humano.

Los datos de pobreza cada vez son mayores. Las diferencias entre los países del Norte y los del Sur siguen creciendo. En nuestro país la brecha entre las personas más ricas y los más pobres se han agrandado durante los últimos años.

Los ciudadanos permanecemos en silencio. En Las concentraciones contra la pobreza se reúnen sólo decenas de personas, mientras que en otros acontecimientos triviales llenamos plazas, campos de futbol, pabellones, calles, parques… De vez en cuando despertamos nuestra conciencia cuando escuchamos ciertas noticias.

La semana pasada hubo un desahucio en el barrio de San Antonio.Éramos muy pocos los vecinos que estábamos en la puerta de la vivienda.

No me gustaron los insultos contra la policía y los agentes judiciales. Ellos estaban cumpliendo con su labor. Uno de ellos me comentaba que se le caía el alma a los pies al ver la situación.

Enhorabuena a las trabajadoras sociales del CEAS José Mª Fernández Nieto por su cariño, energía y ganas de arreglar la situación.

En las redes sociales las críticas racistas y xenófobas salieron rápidamente al tratarse de una familia marroquí. También algunas personas cuestionaban al padre de la familia. No seré yo quien condene al dueño de la vivienda. Me imagino que no será fácil, llegar a este extremo.

Pero, yo tengo una cosa clara, a dos niños pequeños y a una mujer asustada y muerta de miedo no se les puede dejar en la calle. ¡Es lo más humano y cristiano! La persona está por encima de cualquier ley y norma. No sé me quita de la cabeza el rostro de aquella mujer en el balcón temblando, con el rostro desencajado.

No es el único caso el de esta pobre familia. Cada día muchas personas no tienen acceso a agua, luz, calor. A lo mejor alguna es una vecina suya con la que se cruza en la escalera o comprando el pan. Vivimos en la sociedad de la indiferencia. Tenemos que quitarnos las legañas y mirar con profundidad lo que está pasando.

Mientras nuestros gobiernos han llenado de subvenciones a las eléctricas, las grandes empresas y bancos, no han sido capaces de permitir que todas las personas puedan tener calor en sus casas. Ante estos hechos y otros que no conocemos sabemos que seguimos en una crisis que ha dejado tirados en la cuneta a miles de personas.

Con pensiones como las que cobran muchos de nuestros mayores, con familias con el padre y la madre en el paro, con muchos jóvenes sin poder trabajar… no podemos permanecer impasibles.