Sin vergüenza

Córdoba

Nos habíamos cruzado por la calle en numerosas ocasiones desde que dejamos de frecuentar los mismos sitios en los que nuestra relación había sido afectuosa pero sin excesivo trato, desde entonces sólo un distante adiós desde la otra acera .

Aquel día sin embargo coincidimos en un bar, él con alguna copa de más y yo con ninguna pues acababa de entrar; me sorprendió su efusividad al saludarme y la cordialidad con que se interesaba por mi salud y estado de ánimo, todo ello ante el amigo que le acompañaba.

Pronto se me encendió la bombilla, tal vez por deformación profesional, y relacioné todo aquello con la actitud de los adictos a drogas y el sistema de relaciones que establecen entre ellos.

Es probable que si yo hubiera tenido encima las mismas copas que él, habríamos acabado ensalzando nuestra supuesta profunda amistad, habríamos bajado las defensas que nos mantuvieron distantes durante tanto tiempo, perdido la vergüenza, y habríamos podido disfrutar un rato, desinhibidos de cualquier miedo a ser interpretados y exentos de cualquier interés .

Seguro que habrían aflorado los mejores instintos y se habrían prodigado más los reconocimientos mutuos, los méritos hasta entonces inconfesados que encontramos el uno en el otro y que sólo el pudor o la verguenza habían impedido decirnos antes.

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Igual, exactamente igual que ellos, los que consumen drogas juntos, y a través de eso llegan a un profundo conocimiento recíproco en mil experiencias vividas y compartidas. Esa es la fuerza que les une como colegas, sabedores de las bondades del otro, del desprendimiento de lo propio a favor de lo ajeno experimentado en esa continua fase de exaltación; esa fuerza es el fruto de la experiencia de unión con el otro, el sentirse identificado con alguien, el disfrute de la camaradería, la eliminación de lo molesto, de lo incómodo, de lo que estorba o disturba, la plena unión a través de la ausencia de molestia o dolor.

La experiencia de los adictos suele acabar mal pero eso no les hace desistir porque necesitan experimentar el sentido de pertenencia a algo.

La droga les permite sumergirse en un espejismo de felicidad que al fin, a la noche, cada noche, les devuelve fríamente a la cotidiana realidad, sí, tan fríamente como volvió a saludarme mi amigo desde la otra acera pocos días después.