Álvaro Lorenzo y un vibrante tercio de varas salvan la tarde en La Maestranza
El toledano dio la única vuelta al ruedo en un deslucido encierro de El Pilar en el que Pepe Moral y Ginés Marín se fueron de vacío
Sevilla
El escaso juego de los toros de El Pilar ha marcado el desarrollo del festejo celebrado este Martes de Farolillos en La Maestranza, del que solo se salvan la buena disposición del toledano Álvaro Lorenzo, que dio la única vuelta al ruedo de la tarde en su primero, y el vibrante tercio de varas que protagonizó el cuarto toro del encierro salmantino. Por lo demás, el sevillano de Los Palacios Pepe Moral y el jerezano Ginés Marín se fueron de vacío.
- FICHA DEL FESTEJO
Moral pechó con un primer oponente muy frío de salida, emplazado y cortando en banderillas, pero que tuvo la virtud de humillar en las telas. Quizá por eso, el palaciego lo brindó al respetable, aunque el animal enseguida quedó rajado y parado. En el cuarto, Pepe quiso dar espectáculo desde el primer momento, recibiendo a la verónica para rematar con chicuelina y media, llevando al caballo por chicuelinas al paso y dejando al toro muy largo en suerte. Fue un espectáculo ver al animal arrancarse en dos ocasiones al cite del picador, Juan Antonio Carbonell, mediando otro vistoso quite por chicuelinas. La lidia mantuvo el interés en banderillas y hasta los doblones iniciales con la muleta, pero a partir de ahí el toro sacó un punto de tralla, le faltó un tranco para salirse de la muleta y tampoco el torero, quizá molesto con el viento, logró el temple necesario para acoplarse a esa embestida. Al final, el público tomó partido por el toro.
Las del Álvaro Lorenzo fueron dos faenas muy similares ante toros también muy parecidos. Su primero colocó bien la cara en los engaños y, aunque noble, tuvo el celo justo y se aburrió pronto. Con todo y tras unos cambios de terrenos un tanto incomprensibles -llevaron al toro del tendido 4 al 7 para después volver el toledano al 4-, cabe destacar una serie al natural y la buena disposición del torero, que no de pinchar en el primer intento igual hubiera paseado una oreja. El quinto fue otro ejemplar noble, con un fondito bueno, pero soso y de escaso motor. Más celo tuvo al natural, destacando la firmeza y el oficio de Lorenzo.
Del todo imposible fue el lote de Ginés Marín. Su primero, al que recibió templado de capa más dos chicuelinas de remate, no humilló nunca aunque tuvo movilidad suficiente para que el jerezano se mostrara correcto. Con el sexto, también se templó de salida por delantales y, ya con la muleta, tragó de lo lindo en los estatuarios de inicio, pero enseguida se impuso lo bruto y desclasado del animal.