Notre Dame, cuna de nuestra música
Ciudad Real
La catedral de Notre Dame fue protagonista de una triste noticia por el incendio que sufrió el pasado 15 de abril. Pero Notre Dame, más allá de la atención mediática que ha recibido durante las últimas semanas y de ser uno de los iconos de la “Ciudad de la Luz”, es una pieza fundamental para entender la historia de la música occidental. Nos llevan por este recorrido Hernán Milla y Rosa Sanz, desde el conservatorio de Música Marcos Redondo de Ciudad Real. Puedes escuchar el espacio completo en aquí, y descrubir la playlist en este link.
Pintando la música, Notre Dame
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Dice el musicólogo Juan Carlos Asensio que “Los humeantes muros de Notre-Dame fueron testigos del primer corpus polifónico concebido y transmitido principalmente de forma escrita y no oral: los inicios de la composición musical en sentido moderno”.
La práctica musical y los avances polifónicos de otros entornos catedralicios como Reims, Chartres, San Marcial de Limoges o Santiago de Compostela, así como la asidua práctica folklórica europea se sistematizaron y organizaron allí, dando lugar a la llamada Escuela de Notre Dame.
El aprendizaje de memoria y la transmisión oral había sido la forma de transmitir la música desde los comienzos de la humanidad. Hubo intentos de escritura en época babilonia, Grecia y Roma, indescifrables y seguramente no imprescindibles para la interpretación. Es la Iglesia Católica a partir del año 1000 (siglo XI), por la necesidad de unidad en sus cantos cuando empieza a plasmar sus partituras con escritura neumática al comienzo: pequeños trazos sobre el texto (se cree que podrían ser los giros de la voz o los gestos del monje encargado de dirigir).
De nuevo dice Juan Carlos Asensio, “a él pertenecen las más antiguas piezas asociadas a compositores concretos, siendo el primero en presentar música para más de dos voces autónomas y en cultivar textos en lengua vernácula. Su control sistemático de la consonancia y de la disonancia son el fundamento de la práctica armónica y contrapuntística europea posterior. Si gracias a Guido d’Arezzo se escribieron las alturas de los sonidos, gracias a los músicos de Notre-Dame se escribió no solo altura sino también el ritmo. Todo esto se fraguó entre sus muros”.
Notre Dame fue el centro del organum, la forma más antigua de polifonía, que consiste en superponer a una melodía gregoriana una voz, al principio de forma paralela y después en movimiento contrario e incluso adornado. Dos compositores importantes ayudaron a esta evolución: Léonin (Magister Leoninus) y Pérotin (Magister Perotinus), El primero compiló el Magnus Liber Organi (gran libro de organum). El segundo aumentó el número de voces hasta tres y cuatro. Este trascendente gran libro no se ha quemado en el incendio.
Se favoreció así la polifonía, es decir, el canto simultáneo de varias melodías. Y aquí viene la importancia de la Escuela de Notre Dame, porque al realizar polifonía, tuvieron la necesidad de plasmar el ritmo (siglo XII hasta el XIV). Estos teóricos parisinos, la mayoría clérigos, se agruparon en torno a Notre Dame y plasmaron un ritmo coherente, favoreciendo así el acto de la “composición”, pasando de una práctica en la interpretación, a un acto de escritura previa.
Órgano de Notre Dame
Afortunadamente, parece ser que el Gran Órgano de 8.000 tubos no sufrió daños y se salvó del incendio. No corrieron la misma suerte los otros dos. Finalizamos nuestro recorrido de nuevo en la Catedral de Notre Dame, esta vez a través de la visión de la legendaria Edith Piaf.
Edith Piaf - Notre Dame de París
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