De deudas y olvidos
Santa Cruz de Tenerife
No vamos a tardar nada en olvidarlo porque lo teníamos bastante olvidado ya. Cuando supimos que Rubalcaba había sufrido un ictus, buena parte de los españoles se quedó pensativo y se dijo: Madre mía, y qué había sido de este hombre, dónde andaba metido... Como era de los pocos que al abandonar la política, lo había hecho en serio, sin usar su pasado como altavoz para hacer proclamas estridentes en los medios, había salido de nuestro radar...
Como se había retirado a trabajar, a su antiguo curro de profesor universitario, no habíamos tenido ocasión de criticarle ninguna puerta giratoria...
Y cómo hoy en día, si no hay lugar para la crítica feroz o el espectáculo grotesco, no hay tampoco memoria, no pensábamos casi nunca en él...
Como no era guapo, ni carismático, ni levantaba pasiones, no teníamos pantallazos míticos que nos lo trajesen a la mente, aunque fuera de vez en cuando...
Alfredo Pérez Rubalcaba no fue nada de eso. Solo fue un hombre de Estado, tal y como se entendía antes el término, que fue capaz de conseguirnos la paz.
La mayoría estos días nos hemos parado a recordar nuestra deuda. La mayoría somos olvidadizos e ingratos. Algunos, además, son ruines.