1949: Epi decide en Chamartín
Valencia
Paseando por las inmediaciones del hotel de concentración en El Escorial horas antes de la gran final contra el Athletic, Epi comunicó al capitán del Valencia, Mundo, que ese iba a ser su último partido como valencianista. Tras nueve años en Mestalla, Epifanio Fernández Berridi -natural de San Sebastián- tenía decidido regresar a casa y ya se había comprometido con la Real Sociedad, su club de origen. Entendiendo la situación, pero haciendo gala de la debida jerarquía, Edmundo Suárez Trabanco le exigió máxima concentración. El extremo donostiarra, sin titubear, prometió que, como mínimo, haría un gol. Dicho y hecho.
Mediado el segundo tiempo, Epi -curioso, tras asistencia del capitán Mundo- anotaba el único tanto del encuentro batiendo por bajo a Lezama en su salida. Por supuesto, hubo que sufrir. Lo llevamos en el ADN. En los últimos minutos, y tras una salida defectuosa de Eizaguirre, Igoa tuvo que meter la cabeza sobre la línea de gol para impedir el 1-1 del Athletic. El rechace de Silvestre fue celebrado en la grada valencianista como si se tratara del segundo tanto del murciélago.
La celebración sobre el césped de Chamartín fue épica, cercana a la locura. Esa generación de jugadores, fruto del excelente maridaje entre canteranos de la casa (Monzó, Puchades, Seguí, Asensi) y algunos de los mejores embajadores del fútbol vasco (Eizaguirre, Pasieguito, Epi, Mundo, Igoa), conseguía sacarse parte de la espina que suponía haber perdido de forma consecutiva las finales de Copa en 1944, 1945 y 1946. Todas, por cierto, en la montaña mágica de Montjuïc.
Esa plantilla, dirigida por el irrepetible Jacinto Quincoces, había conseguido el subcampeonato de Liga en 1949, a tan solo dos puntos del FC Barcelona. Flirtear con el doblete tuvo su mérito. El glorioso Valencia de principios de la década de los cuarenta daba paso a un híbrido entre generaciones en el que ya no estaban (o no eran indiscutibles) el capitán Juan Ramón o los eléctricos Amadeo y Gorostiza. La temporada siguiente, continuando el camino de regreso emprendido por Epi, iban a marcharse el legendario portero, Ignacio Eizaguirre, o Silvestre Igoa, mundialista en Brasil 1950.
Al menos, antes de abandonar Mestalla, ambos pudieron contribuir al segundo título nacional en la historia del murciélago, ocho años después del primero. La Copa de 1949, superando al Athletic, que en aquella época había conseguido ya dieciséis torneos del KO. Dos veces campeón y tres finalista en una década. El origen del Valencia bronco y copero.
Fran Guaita
Jefe de Deportes en Radio Valencia y director de SER Deportivos Valencia