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Rosario Pérez Villanueva

'Un triste aniversario'

Una frontera puede ser, como en La Línea en 1936, una puerta entreabierta, una vía de escape, una rendija por la que huir de una muerte segura y aferrarse a la esperanza

La Firma de Rosario Pérez, "Un triste aniversario"

La Firma de Rosario Pérez, "Un triste aniversario"

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Algeciras

Una frontera puede ser, como en La Línea en 1936, una puerta entreabierta, una vía de escape, una rendija por la que huir de una muerte segura y aferrarse a la esperanza... Pero una frontera también puede ser, como en La Línea en 1969, una reja cerrada, un muro insalvable, una alambrada inmisericorde que destroce familias, amistades, amores, sueños y proyectos.

El pasado sábado, 8 de junio, se conmemoraba (por decirlo de alguna manera) el 50 aniversario de una de las decisiones diplomáticas (por llamarla de alguna manera) más nefastas de nuestra historia reciente: el cierre del paso fronterizo entre España y Gibraltar.

Lo peor del estéril puñetazo en la mesa de la dictadura franquista, que dio lugar a un absurdo que se prolongó durante 13 años, no fue que no sirviera para nada, ni que como suele ocurrir, fuera peor el remedio que la enfermedad, y se fortaleciera la identidad británica de un pueblo que siempre había sido una mezcla de culturas...

No, lo peor fue que, como suele ocurrir, en lo que no se pensó fue en las personas: en los miles de hombres y mujeres de dos poblaciones hermanas, que cada día iban de un lado a otro del transitado paso fronterizo para trabajar, o para hacer sus compras, o para visitar a sus amigos y familiares, dar un pésame o asistir a una boda.

Cuentan las crónicas y los que vivieron aquel desastre que el cerrojazo lo dieron de noche y que a muchos les pilló por sorpresa. Los rumores venían de tiempo atrás, desde que se habían empezado a poner pegas con los pases de trabajo... Pero la gente de a pie, la que cada día se levanta para ganarse el pan con el sudor de su frente, entonces como ahora, suele tener tendencia a confiar en que no será para tanto; en que será más el ruido que las nueces, la sangre no llegará al río, y al final se impondrán la cordura y el sentido común.

Pero ése, el menos común de todos los sentidos, no se impuso, como tampoco se había impuesto en Berlín, ocho años antes, con aquel vergonzoso muro que permanecería en pie durante casi 3 décadas.

Aquí, nuestro "muro" particular no sólo supuso una importante fractura social, sino también económica, de la que La Línea sigue sin recuperarse: más de 4.000 trabajadores españoles se quedaron sin su empleo; tiendas, cines y bares perdieron a buena parte de su clientela, y unas 36.000 personas se vieron obligadas a emigrar. En cuanto a Gibraltar, aquel encierro provocó "heridas" emocionales que, medio siglo después, todavía no han cicatrizado.

En este triste aniversario no hay, pues, nada que celebrar. Pero sí que resulta necesario recordar, y en ese sentido, bienvenidas sean todas las iniciativas que se están llevando a cabo: mesas redondas, cursos, exposiciones, entrevistas... Porque en la era de las redes sociales, y en plena incertidumbre del Brexit (con charlatanes tuiteando tonterías sin saber de lo que hablan) es imprescindible que no se olvide lo que pasó, y que quienes no lo vivieron lo entiendan, que lo entiendan de verdad... Para que nunca se repita.

 
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