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OPINIÓN

Momento de reflexión

El curso ha sido excesivamente irregular para el Numancia y ha habido numerosos factores que han hecho de la temporada en casi un esperpento

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Soria

Terminada la temporada, es el momento de hacer balance y reflexión. Y son tantas cosas, tan variadas, que espero poder comprimirlas todo lo posible. Les advierto que es mi mera opinión, no verdades absolutas, y, como siempre en esta columna, con toda la sinceridad. Lo voy a hacer por partes, cada aspecto que ha hecho que este curso ha sido tan extraño, casi esperpéntico, al estilo de Valle Inclán, casi cada domingo ha sido una luz de bohemia.

  • El club: La venta del Numancia el pasado otoño ha marcado en gran medida la temporada. La sorpresa inicial de la marcha de Paco Rubio (aunque era algo que todo el mundo podría esperar en algún momento), la incertidumbre sobre quiénes serían los nuevos dueños y, posteriormente los dos repartos de dividendos por cinco millones y medio de euros. Esto último mosqueó soberanamente a la afición. Y lo comparto. Creo que no tanto por el hecho de producirse, porque es evidente que formaba parte del acuerdo de compra-venta del club, sino por la premura con que se hicieron, en apenas cuatro meses. Tal vez esperarse al verano para el segundo reparto hubiera sido lo apropiado. Además la sensación de que no se está haciendo casi nada de lo prometido en la presentación de nuevo accionariado tampoco ayuda. Y menos lo hizo el famoso comunicado titulado ‘Desmontando infamias’, tan desafortunado por el momento –justo después de la derrota 4-0 ante el Rayo Majadahonda- como por el titular, más allá del contenido, objetivo y subjetivo a la vez.
  • El equipo: Irregular hasta decir basta. No ha tenido continuidad en ninguna faceta del juego. Ni en el propio juego, ni en defensa, ni en ataque. Ha faltado consistencia, por momentos competitividad e intensidad y, en gran parte, ese espíritu ganador que sí había el pasado curso y que llevó al equipo a firmar épicas remontadas. Para mí esa fue una de las claves el año pasado para estar en play-off: espíritu y San Aitor Fernández. Precisamente sobre jugadores, pocos han sido regulares en rendimiento, ya sea por picos de forma, lesiones, sanciones… Escassi, Higinio o Fran Villalba, así a bote pronto, creo que han sido los más constantes. Otros han tenido muy buenos momentos, como Diamanka u Oyarzun, pero, como el Guadiana, aparecían y desaparecían… Luego, lo de fuera de casa no ha rozado el esperpento, lo ha superado. Una victoria en 21 salidas. Por befas o por nefas, por méritos creo que algún triunfo más sí podría haber caído, como en Tenerife o Pamplona. Pero el cúmulo de deméritos ha sido tremendo, como en Málaga o Las Palmas… O en el Cerro del Espino ante el Rayo Majadahonda.
  • La dirección deportiva: Se le reprocha a César Palacios el no haber reinvertido los casi dos millones que ingresó el club en verano. Aitor Fernández e Íñigo Pérez dejaron en caja 1,7 millones de euros, más 200.000 del bonus de la FIFA por la presencia de Munir en el Mundial con Marruecos. Tal vez sea verdad que, si el club hubiera decidido destinar esos ingresos al presupuesto para fichajes, a Palacios le hubiera sido posible contratar otro tipo de futbolistas. Evidentemente, con más dinero se conforma una mejor plantilla y ya sabemos las limitaciones del Numancia en ese sentido, por su política y por sus limitaciones económicas. Creo que el trabajo del navarro está infravalorado, dadas las circunstancias, con errores y aciertos, pero creo que nada muy distinto a temporadas anteriores. Eso sí, mejor las incorporaciones de invierno que otras de verano (Derik, Ganea, David Rodríguez y Gus Ledes).
  • El entrenador: Cuestionado desde prácticamente el primer día, Aritz López Garai ha sido el primer objeto de crítica. Creo que es responsable de muchas cosas que no se han hecho bien, pero no de todas. El sistema, la propuesta de fútbol, que a mí personalmente me gusta, no ha funcionado. O no ha dado todo el resultado que, estoy convencido, el técnico esperaba. Para mí ha faltado velocidad y futbolistas capaces de hacer de esa posesión un peligro para el rival. La obstinación de López Garai, inflexible en muchos momentos de la temporada, ha resultado fatal en varios partidos. Al final reaccionó, fortaleciendo más la retaguardia y prescindiendo del absoluto protagonismo con la pelota. Tal vez tarde. Lo ideal era encontrar el equilibrio entre ambos aspectos: defender firmes y luego dar alegría al ataque. Ha costado demasiado. Luego, otras críticas versan sobre la alineación de futbolistas que se veía que no estaban bien o en un momento óptimo, o su ubicación en posiciones ajenas a sus habituales prestaciones. Insisto, es responsable de parte de la mala temporada, pero no de toda.
  • La suerte: Ya sé que no hay que escudarse en la suerte, pero este año, hay que reconocerlo, nos ha sido más bien esquiva. No es la causa de la mala temporada, pero ha influido, porque ¿se atreven a decirme algún partido que haya ganado el Numancia, o no perdido, por mera suerte, sin merecimiento alguno? Sólo me sale el del Francisco de la Hera, el único triunfo a domicilio, en un choque ramplón que estuvo a punto incluso de escaparse al final. Luego, errores puntuales que se han pagado carísimos como los de los finales de partido ante Osasuna o Mallorca, o lo de Tenerife, tras bailar a los chicharreros, que van y marcan en su única llegada, o lo de Cádiz, con la expulsión de Unai Medina en una jugada que no era ni falta. Los errores no son suerte, la forma o el minuto de cometerse pueden meterse en ese saco, aunque insisto, no debe ser una excusa, pero ahí está ese factor.
  • La afición: Aquí voy a hacer amigos. Me alarma la crispación (que no sólo mera preocupación) que han transmitido la grada y las redes sociales. Está claro que hay que ser críticos, y la temporada ha invitado a ello, pero he percibido demasiada histeria, ya lo he dicho semanas atrás. Demasiados nervios en momentos en los que había que mantener la calma, aún con mucho curso por delante, y cierta atmósfera derrotista. No sé, yo no lo había vivido hasta ahora en Soria. Y ha habido temporadas complicadas, pero no con este ambiente. Entiendo que si el aficionado en la grada no está conforme con lo que ve en el campo pite. Es su forma de expresarse, igual que si aplaude ante una buena jugada. Es lógico. Pero este año ha sonado, para mi gusto, insisto, les he prometido sinceridad, demasiada música de viento. Aunque lo respeto. Luego está lo de los insultos, que jamás aceptaré, compartiré ni respetaré. Nunca. Y por último, sigo dándole vueltas al mantra tan extendido de que “el entrenador se ha enfrentado con la grada”. Sigo considerándolo una mentira. Que el entrenador de turno afirme (con la misma libertad de expresión y opinión de la que goza la grada) que no le gustan los pitos o el ambiente de runrún, prácticamente desde el inicio de curso, no me parece enfrentarse a nadie. Que tal vez no debiera decirlo, bueno, eso es debate aparte, pero ni miente, ni ataca, ni creo que falte al respeto a nadie. Se llame López Garai, Arrasate, Anquela, Machín, Unzué, Arconada, Pacheta, Kresic, Goikoetxea o José Mourinho. Bueno, este sí, que cada vez que abre la boca sube el pan. Todo esto dicho con el máximo respeto a los aficionados numantinos, y entendiendo la situación, pero para mí esta temporada la afición no ha estado del todo bien.

Pero, pese a todo y a todos, que parece esto el apocalipsis, hemos logrado el objetivo. El Numancia seguirá un año más, y ya serán 23 seguidos, en el fútbol profesional, los últimos 11 en Segunda división. No es poca cosa. Y no lo digo por conformismo, lo digo por realismo. Estar el club soriano en la categoría de plata del balompié nacional casi un cuarto de siglo de forma continuada hay que valorarlo. Y tampoco hay que conformarse con cómo ha sido esta temporada, ni mucho menos: Aunque el resultado, la permanencia, pueda ser el mismo, al final nos quedamos no tanto con el ‘qué’ sino con el ‘cómo’. Y eso también cuenta. Qué tiempos aquellos cuando a falta de media docena de jornadas, ya salvados, decíamos aquello de “ahora qué”, pues el ahora qué era la tranquilidad y el no sufrir hasta el final. Eso creo que lo firmamos todos en años venideros.

 
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