'La vida repetida'
La vida nos hace creer, como si de un dogma se tratara, que todo lo que se repite es aburrido, tedioso
La Firma de Emy Luna, "La vida repetida"
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Algeciras
La vida nos hace creer, como si de un dogma se tratara, que todo lo que se repite es aburrido, tedioso. Nos exasperamos ante la sucesión de días y semanas en que nos parece que son iguales, que siempre hacemos lo mismo, que vemos a las mismas personas. Una especie de desidia nos corroe por dentro hasta que en un momento determinado, un acontecimiento impactante nos sacude en lo más profundo y cambia nuestros planes. Descubrimos que no somos dueños de nuestro destino y la perspectiva que teníamos hasta entonces se altera de golpe. El puzle se rompe y sus piezas, con vida propia, van conformando otro paisaje. Es entonces cuando comenzamos a añorar lo que teníamos. Echamos de menos aquellas cosas que repetíamos todos los días y a las que apenas dábamos valor. A aquellas personas con las que diariamente nos cruzábamos por la calle sin prestarles atención. Nos sentimos inseguros ante los cambios y nos envuelve una especie de nostalgia, por la monotonía perdida. Y es que, la rutina nos ofrece la seguridad que todos necesitamos para vivir. La rutina es la base sobre la que asentar los cambios que queramos establecer o aquellos con los que la vida nos quiera golpear. Cuando la perdemos, el timón de nuestro barco se descontrola.
Es cierto que la redundancia de la realidad a veces impide su percepción, pero si la rutina significa oler todos los otoños la leña quemada de los de campos y la tierra húmeda después de la lluvia, quiero la rutina. Si la monotonía consiste en ver atardecer todos los días de mi vida mientras el sol muere en cada rayo agónico y la luz deja su último eco en el aire, quiero la monotonía. Si todos los años adivino cuando llega la primavera por cómo entra el sol en la cocina por la ventana que da al patio... quiero que todo se repita... Si rutina es ver a mi familia, mis amigos todos los días en los mismos sitios, quiero la rutina. Porque cuando algo o alguien desaparece de nuestro día a día, deja en su lugar una especie de vacío doloroso, una huella sangrante de lo que fue y ya no es. La vida repetida aparece entonces como un reducto de perfección a nuestros ojos. Las personas y los objetos que nos rodean, aunque siempre sean los mismos, nos hacen sentir la vida de cada día. Habla del hogar de cada uno y nuestra relación armónica con el entorno. Y es que, a veces, es preferible aceptar la vida repetida, con los cambios necesarios, que esperar eternamente otra que sólo existe en nuestra imaginación.