Sociedad
EL ENFOQUE

Sobre las flores del pacto

El Enfoque 4 Julio

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02:07

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Santa Cruz de Tenerife

Quizá vieran ustedes esa viñeta inolvidable de Padylla, el día después de la firma del ‘pacto de las flores’, con Curbelo vegetalizado en desafiante planta carnívora… Reconozco haberme reído a mandíbula batiente. Ahora sé que Padylla se equivocó, como nos equivocamos todos: la planta carnívora de este Gobierno no es Curbelo con sus pretensiones, sino un hiperabonado Román Rodríguez, que el martes logró arrancarle al socialista Torres la mitad efectiva de su propio Gobierno, de una única dentellada, convirtiéndose por irresistencia ajena en el hombre fuerte de Canarias. Para él son la vicepresidencia y la consejería de Hacienda, y todo por el módico precio de cinco diputados, apenas uno más que Podemos, partido florecilla del bosque, compensado con un cascajo de consejería creada ‘ad hoc’, para meter dentro todos los retales de lo social: derechos (sólo enunciados), juventud, y los antónimos igualdad y diversidad, en un departamento de nueva planta con un nombre que ocupa más sitio en el papel que su ficha financiera.

Lo que ha agarrado el habilidoso Rodríguez es bien distinto: ha logrado el control del presupuesto, las relaciones con Madrid, la defensa del fuero, la negociación de los convenios y la financiación, además de otras vistosidades de menor enjundia, como la tele canaria o la portavocía fáctica de los grandes asuntos de Canarias. Rodríguez se lo ha currado estupendo: ayer paseaba don Román por los salones de Teobado Power su porte de galán egipcio, con la fina estampa del vencedor, y uno no entiende (o quizá sí) por qué Torres ha aceptado rendirse sin pelear. Sobre todo porque su Presidencia no está ya en almoneda: a fin de cuentas, Rodríguez es tan cautivo de este floral acuerdo –y tan necesitado de él- como el propio Sánchez, o quizá más. Ahora tenemos un Gobierno aquejado de bicefalia, con dos cabezas: una decidida a no complicarse, y la otra dispuesta a mandar, a ocupar cualquier resquicio en que le dejen colarse.

Frente al régimen de la feroz planta carnívora romaní, la de Casimiro es una flor a lo sumo levemente urticante, la de Noemí una vaina seca y vacía, y el jardín del presidente entrante, un descuidado plantel de acelgas y lechugas. Que el genial Padylla me perdone.

 

 
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