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Luna, lunera, cascabelera

La reflexión de Ana Díez, médico de familia

Luna, lunera, cascabelera

Luna, lunera, cascabelera

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Valladolid

Luna, lunera, cascabelera. Así empieza una de las muchas canciones que hacen referencia a nuestro satélite. Hay canciones, poesías, tratados enteros sobre la luna.

Nos queda a 384 400 km de distancia y, aun así, la sentimos cerca, muy nuestra. Posiblemente porque la vemos casi a diario y porque sabemos de su influencia sobre el organismo, las emociones, la vida en general. En las noches de luna llena tienen lugar más nacimientos, pero también más altercados que requieren la presencia policial.

A veces, este término se utiliza de forma peyorativa: estar en la luna, como sinónimo de no enterarse de nada: ser un lunático, es decir, estar un poco chiflado. Pero también tiene un uso, digamos romántico o algo así, cuando una pareja nos dice que ha dado un paseo a la luz de la luna.

Incluso, hay una manifestación clínica de una patología endocrina que recibe el nombre de cara de luna llena, indicando que el paciente muestra una cara redonda y grande.

Pero dentro de poco será tema de conversación, noticia en los medios de comunicación por otro motivo. Se rememora la fecha del lanzamiento de la primera misión tripulada al espacio. Concretamente el 16 de julio. Fue en 1969, ya el día 20, cuando tuvo lugar la llegada del primer hombre a la luna. Y, por cierto, Fresnedilla de Oliva, un pequeño pueblo de Madrid, fue el lugar que controló las comunicaciones con el módulo lunar cuando este se posó sobre la superficie lunar.

Sin embargo, 50 años después hay quien aún duda de que esta hazaña fuera real. Yo no solo me lo creo, sino que he dicho en varias ocasiones que estaría dispuesta a ir. Estoy segura de que no me gustaría más que la Tierra, pero contemplar nuestro planeta desde lo alto tiene que ser fantástico; fantástico comprobar cómo, a pesar de que cada uno luche por su parcela, por su pueblo o por su país, todos nos movemos al unísono. Por el día nos ilumina y nos calienta el mismo sol. Por la noche, nos da luz la misma luna.

Y, así y todo, nos empeñamos en separarnos, en no llegar a un acuerdo entre nosotros. En no cuidar como se merece nuestro querido planeta. En permitir que la naturaleza se deteriore cada vez más y nosotros con ella.

Alguien puede creer que soy un poco lunática, pero quizás sería bueno organizar viajes a la luna para comprender lo importante que es mantenernos unidos siempre, consensuar acuerdos y trabajar coordinadamente. De lo contrario, seguiremos estando a la luna de Valencia, sin enterarnos o querer enterarnos de nada y, por lo tanto, sin poner la solución adecuada.

Así, los problemas no mejorarán, sino que echarán raíces cada vez más profundas y gruesas, más difíciles de arrancar.

Aterricemos de una vez. O alunicemos primero si es necesario para luego poner bien los pies sobre la Tierra.

 
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