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EL AGUIJÓN DE TEO

Tregua de agosto, aunque no nos den tregua

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Se acaba el curso político, y toca que hiberne este aguijón, o más bien que estivalice, y deje de clavarse en la realidad por unas semanas, hasta que septiembre nos devuelva a esa realidad. Solo se trata de una pequeña tregua, y este año más frágil que nunca. De la investidura a la campaña andaluza sobre violencia de género, del despacho con el Rey a las obras de la Alameda, la tregua del verano no acaba de imponerse…. o el adiós de Fernando Francés en agosto, que ha confirmado lo que siempre sospechamos: el gestor poderoso que hizo triunfar el CAC no podía encajar en la gestión pública porque lo público no puede ( y por cierto, no debe) gestionarse como lo privado, por más que él también tenga razón en que hay estructuras inutilizadas por la mala gestión –él ha revelado porcentajes sonrojantes de incumplimiento presupuestario en Cultura– y también por burocracias herrumbrosas que acaban haciendo estériles los mejores propósitos. Game over. Y se destruyen restos de la Málaga musulmana o se reparten chalecos antibalas con cuatro años de retraso, 1450 días que quizá nos dan la medida entre la propaganda y la realidad. Y arrancan las obras del Hotel de Moneo, porque hay gestos políticos emboscados en agosto, pero no sólo políticos. Quién dijo agosto.

Tregua de agosto, aunque no nos den tregua

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Agosto no decae, como debería, para plegarse devotamente al verano como en el poema de César Vallejo. Y pronto veremos que además sólo era una tregua virtual. Septiembre regresará pronto con los patinetes, el edificio de Correos, la destrucción del patrimonio, los repartos presupuestarios, y la investidura, claro… Agosto sólo eso, una tregua ilusoria como en Año Nuevo, cuando se brinda como si llegara una Vida Nueva que no llega, no. Sencillamente a todos nos conviene parar y quizá con la vieja receta de Tolstoi para la felicidad: vivir cada día como si fuera el último de las vacaciones. Cada día parece difícil, pero al menos sí cada día de las vacaciones como si fuera el último de las vacaciones, antes de que llegue esa mañana de septiembre en que ponerse el despertador, ponerse zapatos de cordones y ponerse a trabajar. Hasta entonces, disfrutemos de ese tiempo delicioso en que tienes todo el día para hacer lo que sea pero decides no hacer nada, sobre todo nada que haya que hacer.

 
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