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"En casa no me dejaban jugar al fútbol, decían que eso no era de mujer. Nos veían jugar y nos decían machota"

Esperanza Gámez, Margarita Delgado y Mari Paz Giles cuentan en Radio Cádiz su experiencia en el fútbol femenino, fueron jugadoras del Balón de Cádiz en los setenta

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Cádiz

Resuena cada vez con más fuerza el fútbol femenino. La mujer cada vez tiene más fuerza y repercusión en el deporte, pero no siempre fue así. Mundiales, europeos y trofeos veraniegos. El fútbol femenino llega para quedarse y lo hace, en parte, gracias al trabajo que hace décadas hicieron mujeres como Mari Paz Giles, Margarita Delgado o Esperanza Gámez.

Esta última era una de las capitanas del Balón de Cádiz femenino y nos cuenta en Radio Cádiz cómo surgió la idea. "La fundación del equipo fue idea mía. Vi que había un partido de folclóricas y pensé que por qué no podríamos hacerlo nosotras. Antes los directivos no nos hacían caso. Estaba mal visto ver a las mujeres en el fútbol, se suponía que las mujeres teníamos que estar en casa limpiando", recuerda Esperanza que reconoce que "había un hombre que le gustó la idea y él se hizo cargo. Era José Miguel Caneda y me dijo que buscara compañeras y lo hice. Nos apuntamos y fuimos las primeras que jugamos en Cádiz. Luego empezaron a llegar jugadoras y formamos el equipo", dice con la ilusión de entonces. Con el orgullo de romper una barrera.

Por eso reconoce que este es un "momento emocionante", Mari Paz Giles lo grita más alto "que se entere todo el mundo que las mujeres sabemos jugar al fútbol", dice orgullosa de que el Carranza tenga este año un cartel femenino.

Balón Aficionado femenino. Cádiz CF

15:35

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Mari Paz era la más pequeña del equipo, sólo tenía ocho años cuando jugaba con el resto de sus compañeras. Dice que le "gustaban todos los deportes y que todos los veía como un juego, pero yo en la calle sí que sentía el rechazo. Nos veían jugar y nos decían machota". Ahora está orgullosa de lo que hacían, aunque entonces no eran tan conscientes de lo que estaban consiguiendo.

Esperanza cuenta que "un momento muy importante fue que nos pudimos manifestar para tener un campo para entrenar. Había compañeras que no eran muy conscientes, pero lo hicimos en la casa el alcalde (entonces Jerónimo Almagro)".

Reconoce la portera que "Fueron momentos muy duros. Los directivos no nos apoyaban. Cogían dinero por nosotras y no nos daban nada. Las primeras camisetas que nos dieron eran de los jugadores masculinos y nos la dieron hasta sin lavar".

Ella no tenía la suerte de sus compañeras que sí recibían el respaldo de la familia. Esperanza en cambio "lo ocultaba y perdí ir a la selección y el trabajo. Mi madre no quería, decía que eso no era de mujer. Mi madre y muchas personas pensaban que la mujer tenía que estar en casa limpiando y sólo los hombres podían hacer ciertos deportes".

Recuerda que perdió el trabajo y la oportunidad de ir a la selección española de un solo plumazo. "Le dije que tenía que ir a la selección y me dijo que porque eso no era de mujer. Perdí el trabajo porque fuimos a Isla Cristina a jugar, el autobús pinchó y llegué tarde a casa. Tuve que mentirle a mi madre y decirle que había ido con el trabajo de excursión, pinchó y por eso llegué, mi madre fue al trabajo a pedir explicaciones, se descubrió la verdad y perdí el trabajo".

Margarita también recuerda su historia con orgullo y también reconoce que eran momentos duros "nunca me pusieron pegas en casa. Yo hacía mucho deporte, no tenía madre y mi abuela nunca me puso problemas. A ella le decían que jugar al fútbol era cosa de machotes, pero mi abuela decía que eso no era nada malo".

 

 
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