Las relaciones intergeneracionales reportan salud personal y social

Escucha aquí nuestro acercamiento a las experiencias de relación intergeneracional que se desarrollan en Vitoria y que promueven los Centros Socioculturales de Mayores del Ayuntamiento. Hablamos con la profesora de la UPV-EHU e investigadora Amaia Eiguren, con Raquel Villarreal -de los Centros Socioculturales de Mayores- con Esther González -usuaria de los centros y con Ikram Berrouho -una estudiante de Los Herrán- que ha participado en uno de los programas. Cada vez resulta más necesario tender puentes entre los más mayores y los más jóvenes de nuestra sociedad; es una cuestión de cohesión e integración social y un reto para el futuro: sí, resulta muy oportuno teniendo en cuenta la mayor longevidad de los veteranos y la mayor vulnerabilidad que presentan los más pequeños como consecuencia de los cambios estructurales dentro de los núcleos familiares. En un intercambio entre «grandes y pequeños», cada grupo generacional aporta al otro infinidad de valores y beneficios en la salud personal; se habla de que en los mayores, estos contactos intergeneracionales mejoran su autoestima, los niveles de optimismo, el humor, la capacidad de enfrentar la enfermedad y supone -entre otras muchas cosas- una oportunidad para aprender y un sentimiento de utilidad. En los jóvenes se observa un aumento de la responsabilidad social, del sentimiento de valía y confianza, una mejora de la percepción positiva hacia las personas mayores y su hetereogeneidad. Y todo eso trasciende a la sociedad, mejorando también la salud comunitaria. Los Centros Socioculturales del Ayuntamiento de Vitoria llevan 10 años desarrollando diferentes programas en el ámbito formal (escolar) y en otros espacios; son actividades puntuales y también las hay de largo recorrido -como las clases de apoyo de mayores a chavales y chavalas en el Colegio Santa María-. Se trata de acciones respaldadas y concebidas por profesionales y para las que se prepara específicamente a las personas que participan. La investigadora Amaia Eiguren ha evaluado algunas de ellas. Cuenta que en cada sesión se observa un proceso de acercamiento paulatino entre mayores y pequeños y que se llega a crear un clima muy especial. Insiste Eiguren en la necesidad de recoger la voz de quienes participan en estas experiencias para contrastar su efectividad, mejorar -en su caso- procedimientos y así poder fomentarlas. Esther González comenzó hace una década a tomar parte de los grupos de mayores que visitan a escolares en la ciudad. Es veterana en estas lides. A sus 81 años se muestra ilusionadísima con la idea de visitar a los txikis para contarles cómo eran la escuela, los juegos o los cuentos de su época. Asegura que, tras uno de esos encuentros, se olvidan los achaques que una pudiera tener antes de entrar en el colegio en cuestión. Cuenta, además, -y confirma Raquel Villarreal- que los niños de origen extranjero se muestran especialmente cariñosos porque quizá echen de menos la figura de los abuelos que están lejos. Ikram Berrouho, de 15 años y estudiante de Los Herrán, participó en una de las propuestas en las que actuó como profesora de Whatsapp de un grupo de personas mayores en el KZGunea. Recomienda mucho la experiencia y asegura que repetiría: «Cuando estás con ellos les comprendes muchísimo mejor, te pones en su lugar y es muy bonito».