Cosidó, un asesor más
La Firma de Pedro Brouilhet
"Cosidó, un asesor más", la Firma de Pedro Brouilhet
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Palencia
El miércoles comiendo con unos amigos comentábamos que a Ignacio Cosidó no le habían dado ningún cargo dentro de su partido. Alguna persona, bien informada, decía que algún trozo de la tarta, le caería, antes o después.
El jueves esta emisora informaba que el ex Director General de la Policía ya tiene trabajo. Ha sido nombrado por el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco personal eventual o como hombre de confianza. Un asesor más que se suma a los que ya había nombrado el titular de la Junta.
La figura del asesor político aparece en la legislación española bajo la designación de personal eventual, que difiere de los empleados públicos profesionales (funcionarios y laborales) en su carácter excepcional y en que su existencia no se justifica por unos méritos, sino por la confianza política o personal que en ellos deposita un cargo político. Tampoco se asemeja a los altos cargos de la Administración (ministros, secretarios, subsecretarios...), ya que sus decisiones carecen de responsabilidad política y su cese es una decisión exclusiva de quien lo ha nombrado.
La opacidad en este tipo de selección de empleo público es tan descarada que cuando sale a la luz un caso estrambótico se convierte en la noticia del día.¿Cuáles son los motivos que llevan a un político a elegir a una persona y no a otra para asesorarle de determinadas materias?
En muchos casos no creo que sea el currículo, sino el pertenecer a un determinado partido político, o a una familia dentro de una formación, o dar un sueldo a quién me ha ayudado para ganar un congreso o unas primarias. Y por desgracia todas las formaciones colocan asesores en todas las administraciones públicas. Nuestro presidente en funciones ha elevado el número de personas que le aconsejan o ayudan. Ya podían enseñarle también a sentarse en una mesa a dialogar.
Además del desorbitado número de sueldos que repartimos entre el círculo más íntimo de nuestros representantes públicos, y de las cantidades de los mismos, hay una realidad que ofende más a los ciudadanos: que la 'dedocracia' ni siquiera trate de simular la excelencia y el mérito. Sino que se guíe por otros aspectos ajenos a mejorar el servicio público.
Me surgen algunas preguntas: ¿No se puede reducir el número de asesores o consultores? ¿No pueden realizar su tarea los funcionarios tan bien preparados que tenemos? ¿Cuánto dinero gasta el Estado, a través de sus diversas administraciones, en los asesores, personal eventual...? ¿No puede regular los distintos parlamentos, ayuntamientos, diputaciones esta figura que tanto enfado produce en la población?
No me gusta cómo se están colocando a afiliados de los partidos en diversos cargos. Aquel que no se mueve y es dócil, al final encuentra un lugar dónde tener un sueldo con el que vivir fenomenal. En los dos grandes partidos conocemos de memoria el nombre de personas que llevan viviendo de la política desde hace muchos, muchos años. Algunos de ellos, o no han trabajado de nada, o hace décadas, que no ejercen su responsabilidad.
También valoro y aplaudo la tarea que muchos alcaldes y concejales realizan en nuestra provincia, sin cobrar prácticamente nada, y llevándose muchos problemas a sus casas. Políticos de vocación, que sin necesitar más asesores que los funcionarios toman las medidas que mejor vengan a sus pueblos y vecinos.
¿Quién será el próximo cargo a dedo que colocaran nuestros partidos? Tiempo al tiempo. Pero después de noviembre, será más de uno.