Noventa días con Díez

León

Tras doce años como concejal, José Antonio Díez preside desde hace 90 días el gobierno municipal de la ciudad de León. Dado que no es nuevo en la casa consistorial este inicio de mandato se da por entendido que sabía dónde llegaba, qué debía hacer y cómo hacerlo.

Por todo ello, estos primeros pasos de alcalde pueden ser juzgados políticamente con el rigor que se aplica a quien tiene el deber de conocer profundamente la institución que le ha pagado las últimas 150 nóminas.

De momento su estilo de juego tiene bastantes más flores que tiesto. Como su predecesor promueve mucha presencia mediática, bien tratada por los grupos de confort, que –se supone- esperan de su generosidad.

Salvo razones palaciegas de mal gusto, nadie en sano juicio de buen gestor puede entender el traslado de alcaldía y corte al viejo edificio de la Plaza de San Marcelo. Poner distancia del lugar donde trabajan a diario funcionarios, concejales de gobierno y concejales de oposición parece más propio de un señorito que de un alcalde socialista.

Con su visita a las obras del Museo de la Semana Santa –propiedad del obispado- avala un proyecto que se ha engullido más de dos millones de euros de dinero público. Y, no hace falta ser Antonio Silván para concluir que no sabe qué hacer con la Avenida de Ordoño II.

Faltan propuestas culturales y sociales que la derecha ha ignorado durante décadas. No está limpia la ciudad, hay zonas donde la contaminación del tráfico es insostenible y es urgente ampliar los kilómetros de carril bici.

Con el municipio sin vestir, recién llegado de su visita a Gijón, el alcalde Díez acaba de anunciar un próximo viaje oficial a Doha, capital de Catar, el país más rico del mundo y donde la democracia ni está ni se le espera.

Esta ciudad precisa con urgencia un período de gobernanza con más alma y menos teatro.