'El tren de la bruja'

Vayan por delante mis compromisos: prometo un premio a todo aquel que pueda encontrar una explicación sensata -y no hiriente- a que el primer puerto de España cuente a día de hoy con una vía de un solo sentido y sin electrificar. Y prometo también indulgencia plenaria -¡Dios me libre y perdone!- a quien pueda razonar desde cualquier perspectiva que, desde hace más de un siglo, se venga manteniendo un tramo de 67 kilómetros de viejas vías entre Algeciras y Bobadilla.

Iba a escribir que se nos escapan los motivos por los que el Campo de Gibraltar padece esta situación de subdesarrollo en materia de transporte ferroviario, pero no. Las causas son tan evidentes como hirientes: no interesa que esta esquina peninsular avance porque eso, sencillamente, iría en detrimento de otros. Cuando joven, en los madriles se hablaba de Andalucía como un granero de votos, pero los aeropuertos, las autopistas y los trenes en condiciones siempre se construían en lugares ajenos a este.

Ayer, jueves, en la Plaza Alta, unos y otros se miraban de reojo por aquello de cuál de ellos hablaba el primero, tomaba la pancarta entre sus manos el primero y se colocaba en la foto el primero. ¿Qué decir después de tantos años? ¿Acaso alguno de ellos puede reprochar a su adversario político el abandono experimentado por este tren, que más bien parece el tren de la bruja por su velocidad de crucero? ¿Cuántos escobonazos vamos a recibir mañana los pasajeros de esos trenes de la serie 588? ¿Cuál de nuestros representantes alzará la voz para decir aquello de: “Prometo que si mi partido gana las elecciones…? No, por favor, ahórrenselo.