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OPINIÓN

Emocionante

Pese a la derrota ante el Zaragoza la afición del Numancia se fue orgullosa a casa, sin olvidar el papel del árbitro

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Estarán de acuerdo conmigo con que el partido de este pasado fin de semana el Derby del Moncayo entre Numancia y Zaragoza podría recibir muchos calificativos: vibrante, intenso, peleado, con alternativas para ambos equipos, con la sensación de que, pasara lo que pasara, había motivos para irse a casa contento más allá del resultado... Pero sobre todo creo que fue emocionante. Emocionante por lo que se vio en el césped, por esos condicionantes que les he comentado, y por lo que se vivió en la grada, con más de 1.500 aficionados blanquillos animando a su equipo y con la respuesta de la afición rojilla acallando a esa afición visitante que no falló a su equipo, como tampoco falló la nuestra. Algún aficionado me ha comentado cosas sobre ciertos comportamientos fuera del estadio, pero ya saben ustedes que tontos hay en todos lados. Baste recordar que hace algunos años vinieron a un Derbi del Moncayo a pegarse entre dos peñas zaragocistas. La palabra tonto se queda corta. De verdad les digo, con la mano en el corazón, que ojalá vivamos muchos más partidos así en el estadio de Los Pajaritos, porque insisto en que nos fuimos fastidiados por el resultado, pero muy contentos con esos 90 minutos de fútbol.

Pero siempre hay peros y en ese partido hubo cosas que a los aficionados numantinos nos sacaron de quicio. Y fue por culpa del colegiado del encuentro, cuyo nombre no voy a mentar. No voy a entrar en eso de que “todos los árbitros son malos” porque, seamos claros, todos nos equivocamos, tenemos aciertos y fallos. Pero cuando los aciertos y los fallos son prácticamente unidireccionales es normal estar con la mosca detrás de la oreja. Y es que la sensación que me da este año es que es muy fácil pitarle en contra al Numancia. Demasiado. La prueba estuvo en el partido el domingo. El penalti de Gus Ledes, que sí, que lo era, que se hizo bien en acudir al VAR para comprobar que efectivamente el futbolista rojillo golpeaba el balón con la mano dentro del área y por tanto era pena máxima. Fantástico acierto del VAR. Pero… ¿y el penalti a Higinio?, ¿y la última jugada del partido con Carlos Gutiérrez y Dani Barrio agarrados dentro del área maña? Eso ya cuesta más pitarlo y parece que también cuesta más acudir al VAR. Y ojo que yo me mantengo como defensor del VAR, creo que es una herramienta muy útil para intentar ser más justos en las decisiones arbitrales, porque repito que el árbitro hace lo que puede y no es fácil arbitrar. Pero ese desequilibrio a la hora de decidir qué se revisa y qué no se revisa toca un poquito las narices.

Podemos hacer un listado de los penaltis que le han pitado al Numancia en contra y que por la misma acción en el área rival no se han pitado, como ocurrió, por ejemplo, en Riazor. Y lo de las expulsiones ya es harina de otro costal: Ante el Elche, aquí, y el Racing de Santander, Gonzalo Verdú y Jordi Figueras, respectivamente, no tenían que haber terminado ni siquiera la primera parte de esos partidos, porque ya con una amarilla realizaron una entrada que reglamento en mano es amonestación y no vieron esa segunda tarjeta.

Y con esto no quiero llorar, sino que quiero dejar claro el sentir que me llega de la afición numantina (y el mío propio en mi vertiente de aficionado). Creo que sería el momento de hacer lo que ya hizo su día Txomin Nagore, alzar la voz y llamar la atención, no tanto sobre los errores, sino sobre la falta de criterio a la hora de aplicar el reglamento o la revisión del VAR cuando las jugadas afectan al Numancia. Porque esto empieza a pasar de claro oscuro.

 
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