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Paco Rebolo

'Las tablas que no fueron'

Recuerdo que hace ya algunos años estaba jugando un torneo de partidas semirrápidas de ajedrez en, pongamos, Andorra

Firma Francisco Rebolo

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Algeciras

Recuerdo que hace ya algunos años estaba jugando un torneo de partidas semirrápidas de ajedrez en, pongamos, Andorra. En esas partidas se especula en muy gran medida con el tiempo, de modo que por muy bien que estés si agotas el que tienes para la totalidad de la partida pierdes por mucha ventaja de la que disfrutes.

Este torneo era a 20 minutos por partida y jugador y, terminada mi partida, estaba observando una de un conocido en la que el caballero en cuestión tenía una más que notable ventaja tanto de posición como de tiempo. El contrario le pide tablas y cuando esto ocurre, esa oferta no es modificable por parte de quien la ofrece hasta que el otro jugador conteste o mueva, en cuyo caso se entiende que declina el ofrecimiento de repartir el punto sin necesidad de cruzar palabra con su momentáneo enemigo mortal.

El andoba se queda mirando la posición mientras analiza silencioso y absorto en tan abstrusa tarea.

Quienes contemplábamos la partida (uno o dos aburridos, que tampoco era aquello la grada del Bernabéu), comenzamos a mirar el reloj extrañados de que el socio no contestara ni moviera y pensando en que iba a darle la mano en señal de aceptación de las tablas.

Pero no, de repente casi consumido ya su tiempo (de los 15 minutos que le quedaban cuando el ofrecimiento ya va por 3 ó 4) y cuando le quedan dos minutos (una tragedia en estas partidas, algo así como quedarte con 8 jugadores en un partido de fútbol durante una hora, sabes que estás fritito) va el colega y mueve, con lo que el contrincante se limita a fundirlo especulando con el tiempo que le quedaba y tras cinco o seis movimientos se consumó el suicidio ritual.

El desconcierto fue generalizado y las preguntas llovieron.

Pregunta 1: "A ver, ¿si ibas a quedarte con dos minutos, por qué no aceptaste la oferta de tablas?" Respuesta 1: "porque estaba mejor".

Pregunta 2: "¿y si estabas mejor porque no moviste y jugaste a ganar?"

Respuesta 2: "porque estaba pensando en la oferta"

Ante tal argumentación circular y falaz uno tiene dos opciones, o ponerse a leer cualquier novela rusa de más de mil páginas o ignorar por completo los enunciados cargados de lógicas absurdas y centrarse en su yo interior. Como no me apetecía leer en ese momento, opté por mi yo interior.

Aun así, resumo la situación con mis apreciaciones: "hay quien ante una partida ganada prefiere apurar sus chances en plan sacrificio a los dioses. Cuando no tiene opciones de ganar porque él mismo se las has cercenado, reniega la posibilidad de empatar porque él lo vale. Y cuando ni lo uno ni lo otro, sino lo contrario y quizás tampoco, prefiere perder, que ni entablar, y encima reivindicarse como genial pensador que decide, eliminando todas las posibilidades que se le ofrecen, presentarse una vez que ha perdido como el paladín de la estrategia".

Y la conclusión o duda que me corroe las vísceras es simple y extensible a los ámbitos que quienquiera que oiga o lea esta parrafada entienda que puede hacerlo: ¿A qué algo no cuadra?

Pues eso, que se acerca noviembre.

 
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