La condena de la España vaciada

León

El incendio ocurrido esta semana en Peñalba de Santiago afectó a dos de sus casas y estuvo a unos pasos de que las llamas alcanzaran a su iglesia, una joya de arquitectura mozárabe con más de mil años de antigüedad. Esta localidad berciana, situada en el corazón de la antigua Tebaida, tiene el reconocimiento de Bien de Interés Cultural y es uno de los pueblos españoles de mayor valor etnológico y paisajístico.

A pesar de tantas virtudes patrimoniales, Peñalba de Santiago, carece –como sucede en la mayoría de la España Vaciada- de algunos de los servicios básicos que eviten la total despoblación o la destrucción por causas tan imprevisibles como el fuego.

Hace seis meses que sus pocos habitantes y los miles de turistas que visitan este hermoso Valle del Silencio –nunca mejor dicho- no tienen acceso a las comunicaciones telefónicas. Ese fue parte del drama el día del incendio. Incluidas situaciones de emergencias, sin acceso al 112, los habitantes de esta España olvidada están condenados a rezar, si tienen fe; o, a caer en el mismísimo infierno.

En esta Comunidad de Castilla y León existen miles de pueblos habitados –muchos nada alejados de entornos urbanos -donde los accesos a internet no alcanzan los dos megas de velocidad, una cifra que nos sitúa en parámetros de los países subdesarrollados.

Cientos de ellos están situados en lugares y rutas de gran valor patrimonial, cultural y turístico (Camino de Santiago, Vía de la Plata, Ruta del Cares, Picos de Europa, Maragatería, El Bierzo…) pero forman parte de ese subdesarrollo en las comunicaciones a que nos vienen condenando los sucesivos gobiernos de esta Comunidad. Esos a los que la Constitución y el Estatuto principalmente conceden la gestión de las competencias que afectan a nuestro bienestar.

Si ignoran y descuidan localidades tan singulares como Peñalba de Santiago ¿qué pueden esperar el resto ¿