El desconsuelo de los datos
Firma de opinión. José Carlos Ruiz. El desconsuelo de los datos.
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Córdoba
Voy a tomarme la licencia de robarle un verso inicial al gran Benedetti y comenzar esta columna de opinión diciendo: “no sé si alguna vez les ha pasado a ustedes”, pero empiezo a estar cansado de escuchar, de leer y de hablar de tanto catastrofismo. Empiezo a pensar que, además del cambio climático, ese que demuestra como bien decía Goya que los sueños de la razón generan monstruos, estamos sufriendo una contaminación igual de letal y de inocua que se introduce en los poros de nuestra piel en forma de consternación, de impotencia, de rabia.
El problema, además, se acrecienta cuando esta información tóxica se presenta bajo el formato de estadística, sometido al imperio del dato. Entonces, si no estoy muy atento, ya sea porque ando distraído mientras preparo la cena con el Telediario de fondo o bien porque estoy conduciendo con la radio puesta, de repente se me cuela un desánimo inmediato cuando escucho la cifra del paro, las cifras de la violencia de género, las cifras de las inversiones en educación. Por suerte, algunas veces recuerdo que me dedico a la filosofía y entonces dejo que la emoción se pase, y trato de poner un poco de cordura en el desánimo y es entonces solo entonces cuando caigo en la cuenta de que el sinsabor de estos datos es el viático necesario que nos mantiene en buena forma, que atestigua que todo va bien, porque por fortuna para nosotros los datos desoldadores son noticias y lo noticiable siempre es la excepción. Entonces me consuelo y recibo el cansancio con un poco más de optimismo.