Córdoba de conocimiento

Córdoba

El cristianismo derrotó al paganismo. La asimilación del dolor se impuso a la búsqueda de la felicidad. Triunfó la ignorancia sobre el conocimiento, la humillación sobre la liberación, y el saber relacionado con la ciencia antigua, con la erudición clásica, fue erosionado, combatido con la fervorosa dedicación de quien está demasiado seguro de lo que hace. Así lo constata Violet Moller en su libro La ruta del conocimiento, en el que describe cómo, a lo largo de la Edad Media, fueron redescubiertos textos e ideas del mundo clásico que habían sufrido un intento de erradicación o, más suavemente, una ceremonia del olvido. Un clarividente relato a través de siete ciudades. Después de la Alejandría de los Ptolomeos y la gran biblioteca, que arrebató a Atenas la hegemonía cultural griega, y la Bagdad del califato abasí, la tercera escala es Córdoba, donde nos reencontramos con el sofisticado Ziryab, que refinó la corte como quien escribe en el viento; con Abbás ibn Firnás, gran figura del panteón de los sabios andalusíes; con el judío de Jaén Hasdai ibn Shaprut, médico, diplómatico políglota que intervino en la asimilación de la gran obra de Dioscórides para el crecimiento y la proyección de la medicina andalusí; y Abulcasis, referente de la medicina y la cirugía de la época, la edad de oro de Abderramán III y Alhakén II. Un foco deslumbrante que se apagó deprisa. Pero, cuando alguien vuelve a contar este relato, merece la pena escucharlo o leerlo como si no lo conociéramos o como si entendiéramos los contraluces de la Historia como un estímulo para la navegación.