'Arandino 10', Manuel Arandilla
Jesús del Río repasa la vida de este arandino de diez y sus múltiples aportaciones a la historia cultural y social de la villa
Aranda de Duero
Buen día. Me propongo traer -de cuando en cuando- a esta mi cita semanal radiofónica a personas que, en su vida privada o pública, han dado generosas muestras de su arandinismo, y de sus íntimas ataduras con ‘su pueblo’ y sus convecinos; pero que son gente normal que te encuentras cualquier día comprando el periódico o el pan; o tomando un vino. Los llamo los ‘Arandinos 10’. Y, como de muestra vale un botón, aquí va el primero.
Se llama Manuel, pero le llamamos Manolo; porque es amigo de todos. Y esta es su historia. Nacido en 1.950 en un lugar emblemático de nuestra Villa, la Pza. del Trigo; habita en la casa familiar con su padre (arandino), su madre (de Cantalejo), y dos hermanos mayores. Aunque vecino de las Escuelas, su madre -a los 4 años- se empeña en llevarle a clases particulares con la maestra Dª Conchita, donde se forma, junto con muchos compañeros de entrañable recuerdo. Después pasa al aula de Preparatoria del Instituto, con el profesor D. Jesús. Los juegos infantiles, con una legión de chavales, transcurren por el casco viejo, o por la carnicería de sus padres, en la calle S. Antonio. Cuando solo tenía 6 años, fallece su padre; y la madre y el hermano mayor tienen que tirar del carro, y sacar adelante -al tiempo- su vaquería del Camino Las Alagunas, lugar también de sus tareas y ocio de adolescente -junto con El Ferial, y con sus amigos ‘de toda la vida’- mientras estudia el bachillerato, largo de reválidas y preuniversitario (años 60 al 68).
Le mandan después a estudiar a la Universidad de Valladolid, donde hace 1º de Físicas, alojado en el Colegio Sta. Cruz; pero -al tiempo- se le despierta la conciencia social, y se las apaña para conseguir una beca para seguir los estudios en el extranjero; y con 20 años está tres meses en Alemania, para después aterrizar en la Lovaina (Bélgica) de sus amores-. Allí es feliz, al matricularse en Sociología (que hace en francés, y viviendo en un centro religioso universitario), relacionándose con compañeros y amistades de toda condición y procedencia, que le convierten -dice él- ‘en un hombre del renacimiento’. Vive de estudiante una etapa extraordinaria. Vino a España a hacer la mili, en Araca (Vitoria), y luego en Madrid (Ministerio del Ejército), donde -por su alta estatura- es ‘gastador’, participando ‘de guardia’ en el velatorio del fallecido Francisco Franco. Más tarde -en esa capìtal- conecta con distintos movimientos sociales y vive de varios trabajos y traducciones, al tiempo que realiza la tesis de fin de carrera, la presenta y aprueba en Bélgica, y después la convalida en la Universidad Complutense.
Un día en Aranda -en la pre-democracia, y siendo alcalde José Eugenio Romera-, éste le comenta la compra realizada por el Ayuntamiento de la biblioteca del Salón de Recreo, de Burgos, con los fondos y los muebles, que se almacenan en el edificio de Las Francesas, para que dé su opinión de ello. Manolo descubrió, así, que era una maravilla lo adquirido, y se comprometió a catalogarlo, trabajo para el que fue contratado, y que complementó dando clases de idioma francés en el instituto. Siendo ya el primer alcalde de la democracia Ricardo Gª García-Ochoa, se planteó la construcción de la Casa de Cultura y en ella la Biblioteca (hasta entonces de sede itinerante), con una aportación de la Junta de Castilla y León de un 75% de su coste, en un solar céntrico; proyecto que –con el tiempo- llegó a materializarse.
Se ordenaron y catalogaron todos los fondos, los comprados y los que ya existían, y en mayo de 1.994 se inauguraba, empezando con las actividades propias y aficionando a los niños a la lectura. Manolo ya era el Director bibliotecario, después de conseguirlo en una muy difícil oposición, poniéndose al frente de lo que con el esfuerzo suyo y de su equipo –ha conseguido ser una de las mejores de España. Más aún con la edición del libro-revista ‘Biblioteca’ que con recursos municipales sale cada año con estudios sobre la comarca ribereña en distintas facetas culturales, labor muy reconocida de la que fue padre e impulsor.
Y, paralelamente a lo anterior, la otra vida de Manolo ha sido la de ser poeta, y ejercer como tal; desde que en 1.981 sacó su 1º libro, ‘Al ritmo de tus pasos’, y ‘Tiempo de Vendimia’, un año después, encabezando un rosario de títulos, a los que ahora hay que añadir -en su blog, con el título genérico de ‘El Duero está junto a mí’-, muchos nuevos poemas, con versos que llegan muy adentro. Jubilado de la Biblioteca desde hace tres años (tiene 69), se encuentra en una dulce pero intensa etapa, estudiando y leyendo; y pródiga escribiendo; ahora mismo, los textos poéticos de ‘Las Sieta Palabras’ de la Semana Santa, para el Grupo de Dulzainas ‘Villa de Aranda’. Por lo demás, ha estado otra vez en el Monasterio de Valvanera, viviendo la paz de sus etapas místicas -que se reflejan en sus versos-; y a Lovaina, a recordar momentos jóvenes, y a encontrarse con amigos que conserva.
Como los que en Aranda atesora este tipo singular, que huye de móviles y ordenadores, pero que es tan querido. Amigos con los que se encuentra y conversa, en cualquier esquina, porque son muchos. Manolo, alto él, con su bastón y su voz inconfundiblemente pausada y grave, contador de mil historias. En Radiocadena ya se le designó -en los años 80 del siglo pasado- ‘el Arandino guay’, que trasladado al siglo XXI actual equivale a este título de ‘Arandino 10’ -por mucho tiempo más- que tanto se merece Manolo. Manuel Arandilla Navajo, paisano, poeta, ex bibliotecario, y amigo, al que envío mi aplauso de admiración.
Termino recordando uno de sus poemas de ‘Un milagro apenas percibido’, que dice así:
RESPIRAR/ me llena de gozo./ Me indica/ que estoy vivo./ Esa seguridad/ de tener/ el aire a tu alcance/ me sosiega./ Me oxigena la Carne del Espíritu./ Un milagro/ apenas percibido./