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Navidad, ¿qué Navidad? Jesús fue un inmigrante

La Firma de Pedro Brouilhet

"Navidad, ¿qué Navidad? Jesús fue un inmigrante", la Firma de Pedro Brouilhet

"Navidad, ¿qué Navidad? Jesús fue un inmigrante", la Firma de Pedro Brouilhet

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Palencia

La de siempre. Como siempre. Es difícil sustraerse a la costumbre, salirse de la tradición, resistirse a la cultura. Esta Navidad –situaciones particulares o familiares aparte – se parecerá mucho a las anteriores: ambiente de fiesta, encuentro familiar, vida social, más gasto, intercambio de regalos,... Y algo de eso está bien, ¿por qué no? Está bien celebrar los acontecimientos gozosos, los cumpleaños, las creencias. Es nuestra forma de ponerle calor y color a la vida.

Pero, en esto como en todo, hay un riesgo: que el ruido ahogue al silencio, lo exterior y superficial nos atrape tanto que lo profundo se nos pierda; y con lo profundo el recuerdo y el sentido del hecho que celebramos. Un hecho tan asombroso como desconcertante, tan gozoso como trágico: Dios mismo se acercó tanto a nosotros que se hizo humano como nosotros, pero fue rechazado porque su presencia era extraña, políticamente incorrecta.

"No hubo sitio para ellos en la posada".

Del nacimiento de Jesús nos han quedado los aspectos más teológicos –Dios mismo se hace humano y entra en nuestra historia... – y se nos puede escapar la dimensión humana más cruda del hecho, y es que María y José, galileos de Nazaret, llegaron a Belén, en Judea, donde no encontraron acogida en la posada, porque eran forasteros, porque eran inmigrantes. María estaba embarazada y tuvo que dar a luz a su hijo en un establo de animales, a las afueras de la ciudad. Jesús fue un hijo de la emigración.

Y así sigue siendo hoy para tantas personas que tienen que dejar su tierra, familia, cultura, raíces,... para emigrar a otra tierra con mejores condiciones de vida, y, cuando llegan, no encuentran acogida. Vallas, pateras, desamparo, sospechas,... "no hubo sitio para ellos en la posada".

Desde el principio Jesús se hizo emigrante, acercándose de distintas formas a nuestra humanidad dolorida por la violencia, rota por el egoísmo, enferma,... con el fin de recrearla, recuperarla, abrir un camino nuevo de convivencia en la justicia, la solidaridad y la paz. En realidad Dios ha sido el mayor emigrante de la historia, siempre ha sido emigrante, y muchas veces rechazado.

Al mismo tiempo, Dios ha sido el emigrante que nos ha hecho el mayor bien: Nos ha traído su vida y su cultura, nos ha ofrecido la hospitalidad de su corazón, nos ha devuelto la confianza, el valor, el perdón y la paz, nos ha convertido en hijos e hijas suyos, y así nos ha salvado.

Jesús nos dejó su tarjeta de identificación personalizándose en el emigrante que vive entre nosotros y espera ser acogido. Una espera que clama y que los cristianos no podemos desoír.

Aquel, que se considere cristiano, aquel que grita por nuestras raíces cristianas, no puede olvidar que la Verdadera Navidad se da en el inmigrante, refugiado, pobre, enfermo, excluido, marginado... No nos confundamos, los Herodes de entonces siguen persiguiendo, a veces amparados en la fe cristiana, al Niño que fue inmigrante y que lo volverá a ser el día de la Navidad.

 

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