El Sporting sufre el varapalo definitivo
Un gol en propia puerta de Carlos Cordero condena al Sporting y deja sentenciado a José Alberto López
Gijón
No hay más ciego que el que no quiere ver. El Sporting es una absoluta ruina, de arriba a abajo. No asumirlo, aferrarse al tiempo que queda, a una victoria de petaca sobre la Ponferradina o a alguna decisión arbitral, es hacerse trampas al solitario. Es taparse los ojos para no ver la realidad. Pero la realidad te abofetea con ganas. El partido ante el Extremadura supuso la explosión definitiva de la afición contra todo y contra todos y la condena (al menos del tribunal popular) para José Alberto López, superado por los acontecimientos. Si Javier Fernández no toma medidas empieza a parecer que es más por una cuestión de ego, de terquedad, que de verdadera confianza. Sabe el presidente, máximo responsable de la deriva en la que está inmersa el club, que volver a cambiar de entrenador es una muesca más en su repertorio de fracasos, una dosis más de descrédito para él como dirigente. En su entorno muchos llevan tiempo animándole a actuar y, al menos, intentar un cambio de entrenador, lo que no es garantía de nada, pero al menos serviría para agitar el árbol. Porque con las mismas fórmulas, los resultados son siempre los mismos.
El problema de fondo del Sporting, en todo caso, no es quién ocupe el banquillo, aunque cada uno de los que han ido pasando por él en las últimas temporadas lleve su cuota de responsabilidad y el actual, José Alberto López, esté absolutamente superado por las circunstancias y con su crédito completamente agotado. El problema es más de fondo. Es mucho más profundo. Por eso El Molinón (más inteligente de lo que algunos creen) no limitó sus críticas al técnico, sino que también reprochó la actitud de los futbolistas y, por supuesto, también miró al palco, al que esta vez acudió el consejo en pleno.
El Sporting como equipo es un desastre, gane un partido, lo empate o lo pierda. ¿Qué más da que le hubiera ganado 1-0 al Extremadura? Hubiera cambiado la situación numérica, pero no la realidad que solo Javier Fernández, José Alberto López y los palmeros del apocalipsis se niegan a ver: el equipo es un desastre, el entrenador no encuentra soluciones y lo único que se ha hecho en las últimas semanas es prolongar una agonía insoportable.
No valen disculpas amparándose en la crueldad de la derrota, en la mala suerte de caer con un gol en propia meta. El Sporting fue una entelequia, no existió en el campo. Chutó una vez entre los tres palos ante un rival en descenso a Segunda B. Hubo otro disparo, que acabó en gol, pero que el VAR anuló por fuera de juego de Durdjevic previo al pase de Manu García a Aitor, que se desesperaba por el error previo de su compañero que echaba por tierra su logro. Tampoco vale justificarse en el video arbitraje: el VAR también le quitó un gol al Extremadura.
El runrun en la grada fue constante, convertido en muchos momentos en pitidos a los propios, aspavientos al entrenador y miradas inquisidoras al palco. Los decibelios se dispararon cuando José Alberto decidió retirar del campo a Manu García, que sin estar brillante era el único que intentaba dar un pase con criterio. Resultó llamativa la sustitución (por mucho que estuviera físicamente tocado), pero más desconcertante aún que el relevo para la mediapunta fuera Carmona. En la jornada 21, siguen los experimentos.
El gol en propia meta de Cordero, al enviar de cabeza hacia su propia portería una falta colgada al área que había prolongado Willy, fue la puntilla. El Sporting es una ruina y El Molinón exige cambios. La pelota está ahora en el tejado de Javier Fernández, su consejo de administración y Miguel Torrecilla. Todos ellos avalados por su trayectoria y sus decisiones anteriores. Échense a temblar.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...