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Paco Rebolo

'Más mili'

En definitiva yo prefiero y opto por usar aquello que nos empieza a preparar para ser ciudadanos y no súbditos.

Paco Rebolo. / Paco Rebolo

Algeciras

Hace un par de meses, mientras desayunaba en pleno éxtasis vacacional, oí a un señor muy enfadado cerca de mí espetar, ante una situación de escaso civismo por parte de alguien notoriamente más joven un socorrido "lo que hace falta es la mili otra vez".

'Más Mili'

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Dicha aseveración me puso a reflexionar en la medida en que uno puede hacerlo antes del primer café, en esa zona crepuscular donde duermen nuestros fantasmas, y me di cuenta del excesivo peso que le damos en nuestras ocurrencias de cuñado profesional a todo lo que supone una solución fácil a problemas complejos. Cuñadismo terminal, en definitiva.

Lo que me planteo es la razón de que en esas charlas de café o en esas ocurrencias apocalípticas nadie diga "lo que hace falta es una educación de mayor calidad" o "hay que educar ahora para el futuro, para las próximas generaciones". O "hay que invertir mucho más en la escuela pública". No, la solución es la mili que ya sabemos que siempre hace mejores personas con mayor espíritu crítico y pensamientos más profundos.

Y siempre habrá quien diga que a él le vino muy bien, que no lo discuto, y que conoció mundo (más o menos como con los viajes del INSERSO), pero qué quieren que les diga, yo prefiero ir a la base más profunda, a la de moldear en la medida de lo posible el carácter con herramientas para el pensamiento válidas para situaciones diversas y no con mecanismos para la obediencia y la sumisión universales, con recetas cortas e imposibles de aplicar por lo general. Y que tienen el mismo valor efectivo que la homeopatía, que recordemos que es agua con azúcar a precio de tinta de impresora. Oro líquido, vamos.

En definitiva, yo prefiero y opto por usar aquello que nos empieza a preparar para ser ciudadanos y no súbditos.

Quizás mi ilusión sea algo quimérico, sobre todo cuando ves que por parte de altísimos porcentajes de la población hay enormes dificultades para entender textos simples, enunciados sencillos, y que a veces eso ocurre hasta con personas que han ido a la Universidad, pero me resisto a pensar que sea algo perdido de antemano. Salvo que a los grandes gurús del poder mundial les interese algo así. Es decir, que de ningún modo se me va a ocurrir que anhelen una sociedad repleta de personas que aspiren al yugo en lugar de la libertad, que prefieran jubilarse a la vez que esculpen su lápida o que entiendan los Derechos humanos como algo a abolir, o la justicia universal como un impedimento y una intromisión en la soberanía nacional.

Cuando realmente sin el respeto a lo anterior lo que no puede existir es soberanía nacional, sino dictadura evidente.

Lo triste cuando se plantea algo similar es que siempre hay quien se exacerba diciendo que eso es inculcar ideología. Como si cualquier educación en valores fuera otra cosa, o como si cualquier educación religiosa actual (que sí se admite siempre que sea la verdadera y única) fuera otra cosa.

La única receta válida es educación y más educación. Desde la cuna a la lápida.

Aunque le chirríe a nuestro cuñado homeópata y que hizo la mili en Larache.

 
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