Breviario jerezano: Piodoce
Rafael Benítez Toledano

Jerez de la Frontera
Piodoce era una barriada de plaza, kiosko, guardia y sereno en los primeros 60, y -para el niño que yo era- Jerez se despedía de si mismo, junto a la huerta de Gutiérrez por la salida de Arcos y la bodega de Palomino por la de Medina; a lo lejos las torres de Vicasa despachaban nubes bajas hacia la Sierra incipiente.
Salvago, Lustau, Villaescusa, Miró, García Paz, Durán...jóvenes matrimonios estrenando vida adulta, jóvenes madres estrenando belleza y 600, y nosotros construyendo con nuestra infancia una felicidad -una amistad- de balón y travesura tan sólida que pudiera durar toda una vida.
Hoy se me llena la memoria de amistades primeras, de escapadas a las Angustias y Simago, de caimanes de bodega, de caracoles de campiña, de zapatilla en el culo.
Doy comienzo a este breviario de paisajes jerezanos, que espero continuar, con el barrio donde nací. Ese donde no existen los recuerdos amargos, antes de las traiciones y las deserciones.




