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Carnaval Cádiz

La nueva ola de Bienvenido

El cantautor gaditano sella en El Balsero un mensaje en pro de la libertad creativa y el compromiso político

Fotograma del avance en vídeo del espectáculo El Balsero de Jesús Bienvenido / Youtube

Fotograma del avance en vídeo del espectáculo El Balsero de Jesús Bienvenido

Cádiz

A Jesús Bienvenido se lo ha llevado una ola. Y se ha aferrado a una balsa que se mueve por otros vientos gracias a una vela cosida a retales. La gran ola le ha llevado a navegar a la deriva, con la libertad de un mar abierto: solo, sin las complicaciones de una tripulación; sin más acompañantes que un pez de buena espina, sin las presiones y corsés que imponen las normas. Y así, divertido, libre, comprometido, se ha convertido en El Balsero, el espectáculo con el que ha llenado varias noches desde este fin de semana y hasta mediados de febrero el aforo del Café Teatro El Pay Pay.

Bienvenido, uno de los más reconocidos y aclamados autores del carnaval de Cádiz, ya ha dejado clara varias veces su incomodidad con el yugo que ejerce el concurso del Falla sobre su manera de entender la creatividad, la música y la propia fiesta gaditana. El Balsero tiene los toques emancipadores del carnaval callejero, como los que probó con Los Loros Ye-ye, pero enmarcados en el preciosismo de un espectáculo musical que es un joyero plagado de alhajas.

La propuesta argumental es sencilla. El cantautor se sube a una balsa construida de material reciclado, su salvavidas frente a un enorme maremoto que volvió a asolar Cádiz y que destruyó todo. El mar por el que navega está lleno de plásticos, así que en su viaje no ha encontrado más compañía que el pez Willy. Puede ser una dorada o una lisa. No se sabe bien porque de él ya solo quedan la cabeza y las espinas. El resto se lo zampó antes. Y cuando no hay nadie al que hablar, ni cantar, qué mejor que tener un compañero como Willy que, en la febril locura de la soledad, sabe escuchar, atender e, incluso, proponer estribillos.

Y este diálogo bellísimo entre pez y hombre está plagado de música. De buena música. La interpretan Andrés Hernández Pituquete, en la guitarra, y Raúl Domínguez Botella, en la percusión. No se les ve, pero la fluidez de la conversación y las melodías no se interrumpe en la frontera que impone la cortina.

La balsa ejerce de trasatlántico como cáscara de nuez, movido por una tormenta en el corazón y una tempestad en el alma, empujado por una vela de remiendos. Hay un arranque flamenco, por alegrías. Suena a carnaval, del alimentado en la orilla de la Caleta. Pasodoble de regusto gaditano, de cuchareo, para cantarle al feminismo, a Andalucía, a la ultraderecha. Cuplés con salitre y adobo, de sonrisa asegurada, de los más redondos que se van a escuchar en este carnaval. Tres estribillos, a cada cual mejor. Y canciones que mecen mensajes hermosos sobre la vida, sobre el amor, sobre este mundo ya destruido, que espera el tsunami en un mar de plásticos.

Todo está bien resuelto. El protagonista, un bendito loco en la soledad de los mares, enternece a la vez que pellizca con una voz malabarista capaz de lo más fácil y lo más difícil. Convencen las letras, con calado político y profundidad poética. También las músicas, precisas y bellas, perfectamente ejecutadas por dos grandes intérpretes. Bienvenido navega como un gran capitán en su balsa por territorios musicales ya recorridos. Quizá en un espectáculo que llama a la libertad creativa y a deshacerse de cadenas, se eche en falta algo más riesgo, un golpe de efecto innovador. Y, desde lo teatral, el autor sella con éxito ese diálogo con el pez al que se ha comido, el único acompañante en su balsa. El recurso de Willy, entrañable, conmovedor y divertidísimo, es uno de los grandes hallazgos de esta propuesta. Hay que comerle las huevas, como dice el náufrago.

En los años 50 una generación de cineastas en Francia tomó las riendas de la libertad de expresión y de la innovación técnica para proponer otra manera de hacer cine. La crítica los llamó la Nouvelle Vague. La nueva ola. Bienvenido también se ha subido a otra ola. No es que esté inventado nada. Pero sí refresca las fórmulas de hacer carnaval, propone nuevos formatos y abre la puerta a nuevos e innovadores giros en el futuro de la fiesta.

Escuchando los contundentes pasodobles, los salerosos cuplés, los deliciosos estribillos o las bellísimas canciones, que bien podrían ejercer de presentación o cuartetas de popurrí, habrá quien lamente que El Balsero no sea una comparsa al uso. Otro gran premio en el Falla para un concurso que reclama referentes continuamente. Pero quizá entonces no se hubiese escrito con esta alegría, independencia y contundencia. O sí. Quién sabe. Lo cierto es que la balsa de Bienvenido ahora mismo es pequeña. Cabe él y su libertad. Que haya buena mar.

Pedro Espinosa

Pedro Espinosa

En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...

 
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