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Espido Freire nos acerca a Blasco Ibáñez y su relación con China

Últimas Páginas de Espido Freire. Hoy nos trae la obra de Blasco Ibáñez y su cercanía con el país asiático

Enrique Parellada

Madrid

Olvidamos a veces que en Latinoamérica se habla español porque, en realidad, se quería llegar a China: cuánto o cuán poco y quiénes sabían de las distancias y los mapas es un misterio. Pero para el Siglo de Oro, China se encuentra en la imaginación de los escritores en lugar que ahora conocemos, y en la dedicatoria de la segunda parte del Quijote, Cervantes fantasea con la posibilidad de que el emperador chino mostrara interés por abrir allí una universidad española, y que sus habitantes pudieran leer sus libros. Poco más o menos lo que ahora sigue siendo el sueño de todo autor español.

Es posible que Cervantes hubiera leído la Historia del reino de la China, de Juan González de Mendoza, un agustino riojano que, aunque obtuvo una fama notable como cronista y sinólogo, nunca llegó a viajar a China: no fue por falta de ganas, pero la embajada comercial que esperaba con tanta ansiedad de Felipe II se demoró, y él escribió su historia a partir de los fragmentos que le narraban quienes pasaban por su convento de Michioacán, bien con destino a la China o bien en el tornaviaje. Muchos de ellos eran religiosos, como él, otros comerciantes, o exploradores. En 1590 su libro sobre China era ya un éxito notable; nada menos que 38 ediciones en quince años.

Los modernistas españoles heredaron y transformaron esa fascinación en versos evocadores y en obras de teatro:Azorín, Valle Inclán, Foxá encontrarán en China un espacio mítico, otro tiempo y otro mundo paralelo y de un exotismo casi caricaturesco. Tendría que llegar Vicente Blasco Ibáñez para desbancarles; la vida de este escritor, cronista, político, viajero, resulta tan fascinante como irreal. De los años que pasó en Madrid, 1908 y 1909 son quizás los más interesantes: abandona su escaño de diputado, y se dedica al mundillo literario, donde conoce, en los miércoles de tertulia de Carmen de Burgos, Colombine, a lo más interesante del quién es quién en las letras. Pero se aburre pronto, se embarca para Argentina, estalla la primera Guerra Mundial y los años 20 le encuentran Nueva York, a punto de embarcarse en el crucero Franconia para recorrer todo el mundo que le sea posible.

Y así será. En el segundo volumen de La vuelta al mundo de un novelista, Blasco Ibáñez, el mismo que nos hablará de La Barraca, el de Arroz y tartana o Entre naranjos, encontrará el vínculo entre el Mediterráneo y China, y despertará, de nuevo, el interés de los lectores por ese país inaccesible en lengua y costumbres. Vivimos ahora una relación de una intimidad inusitada con China, con el mismo miedo y casi idéntico desconocimiento de hace siglos, una hipnótica obsesión por quiénes son y qué quieren. La ciudad que preparaban inacabables embajadas en tiempos de Felipe II recibe ahora el Año Nuevo Chino. Lean Tras el sueño de China, de José Antonio Cervera, si quieren viajar allí, o Vivir, de Yu Huan si quieren llevar a cabo el tornaviaje.

Antes o después, todos los viajeros finalizan su recorrido. Blasco Ibáñez tuvo una calle importante en Madrid, y la perdió: quienes caminen por la calle de la Princesa han de saber que antes de la guerra llevaba el nombre del polémico valenciano. Hoy en día, una callecita muy pequeña y una estación de metro en San Chinarro es su única huella Mal pago a un buen autor, tan leído y tan traducido como ahora relegado; quizás no hayamos escrito con ello la última página.

Espido Freire

 
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