'El placer de viajar'
Me encanta viajar pero para satisfacer mi inquietud en ese sentido no necesito necesariamente cubrir largas distancias e interminables horas de trayecto
'El placer de viaqjar'
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Algeciras
Me encanta viajar pero para satisfacer mi inquietud en ese sentido no necesito necesariamente cubrir largas distancias e interminables horas de trayecto. Sin duda me atrae conocer nuevos países, nuevas culturas, cercanas o lejanas, pero también es verdad que el hecho de hacer una maleta, aunque sea pequeña y para acompañarme a un lugar próximo me llena de satisfacción. Lo importante para mí es, de vez en cuando, romper con la rutina del día a día, por muy placentera y variada que intentemos que esta sea.
Como persona voraz consumidora de libros, no pueden faltar en mi estantería obras literarias relacionadas con los viajes o naturaleza, muchas veces entrelazados con la propia historia. Al respecto tengo mis preferencias y entre ellas no pueden faltar textos de Manu Leguineche o Javier Reverte, periodistas, viajeros y relatores de historias. Qué interesante es navegar a través de los textos de Jordi Esteva como lo hacían Los árabes del mar.
Tampoco puedo desprenderme de los bellos relatos de Kapuscinki, el gran reportero de África. Y cómo no disfrutar en La isla del tesoro, de la mano de Stevenson, o del Libro de las tierras vírgenes, de Kipling. Cómo no acompañar a ese trotamundos incansable que fue Graham Greene y tampoco quiero olvidar a ese gran precursor que fue Julio Verne.
Ahora es muy habitual y normal que las mujeres viajen solas, a veces con la mochila a la espalda, pero hubo numerosas pioneras que fueron abriendo camino y no siempre de manera fácil. Mary Kingsley recorrió en canoa el rio Ogowe y se adentró en las poblaciones caníbales; Jeanne Barret, la primera mujer en cicunnavegar el mundo; Mary French Sheldon, que organizó su propia expedición hacia el Kilimanjaro, Gerda Taro, primera fotoperiodista mujer; o Carmen de Burgos, primera corresponsal de guerra española que visitó las trincheras. La lista sería inagotable, pero no puedo dejar de mencionar a Gertrude Bell, a la que llaman la hija del desierto o Freya Stark, que nos adentró por la antigua Persia en Los valles de los asesinos.
Viajar es conocer, aprender, renovarse. El simple hecho de coger un tren o un coche, también un avión y hacer kilómetros a mi personalmente me aporta energía. Me acerca a una interesante exposición, a una nueva obra de teatro, a un museo al que no he ido nunca, a unos cuadros que no me canso de admirar una y otra vez, a un paisaje que me entusiasma conocer, a unas calles y plazas por las que hace mucho tiempo que no paseo.
Viajar, a veces, me permite reencontrarme con gente a la que no veo desde hace años. En los últimos meses, he tenido la enorme suerte de poder volver a mis lugares de referencia, de ver viejos y queridos amigos, de compartir gratos momentos con antiguos colegas, de abrazar a la familia. Ah... La última vez que fui a Madrid en tren tuve la grata fortuna de llegar y volver sin problemas. Todo un lujo. Por cierto, en su momento, pedí a los Magos más viajes y un tren del siglo XXI para el Campo de Gibraltar.