Pepe Verón: "Sin un diálogo político y social sincero, los problemas permanecen"

Zaragoza

Llama la atención la ligereza con la que se habla estos días de las obras del Pacto del Agua de 1992. El discurso duro en las formas y sin matices, cargado de datos vacíos y de tópicos es una constante ya sea a favor o en contra de cualquiera de los proyectos polémicos.

Unos y otros parecen ignorar que estos proyectos, como cualquiera, son meros instrumentos, simples medios elevados a la categoría y nunca constituye un fin en sí mismos. Olvidan que detrás de los proyectos se esconden décadas de conflictos enconados, de anhelos enterrados, de aspiraciones legítimas y de ambiciones desmedidas, de un equilibro inestable entre la esperanza de unos y el miedo de otros. 

Y todo, al mismo tiempo, revuelto y confuso. La falta de matices y de reflexión nos devuelve al punto de partida de hace 30 años e ignora lo aprendido en cuanto a las consecuencias de los embalses del Pirineo o del trasvase del Jalón, así como los nuevos paradigmas en nuestra relación con el planeta que ya lo están cambiando todo. La frivolidad del discurso es un reflejo de que no se reconoce el progreso de la sociedad aragonesa en todo este tiempo. Tiempo en el que desde el territorio se ha sido capaz de dar lecciones a la política.

Porque si algo deberíamos haber aprendido en estas décadas es que sin un diálogo político y social sincero y despojado de prejuicios, un diálogo centrado en los fines y no en los medios, el tiempo pasa, pero los problemas permanecen.