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Un delantero con ángel

El idilio con el gol de Ángel Rodríguez se remonta a los tiempos que era delantero del Geneto, el equipo que jugaba sus partidos al lado de su casa

Ángel saluda a Messi a la conclusión del Barcelona-Getafe. / La Liga

El idilio con el gol de Ángel Rodríguez Díaz (La Laguna, 1987) no es nuevo, ni mucho menos. Hay que remontarse a sus tiempos en el Geneto -el equipo que jugaba sus partidos al lado de casa- para encontrar registros excelsos del punta lagunero, que pulverizaba récords anotadores allá por donde iba. Hasta el punto de que llegó a hacer hasta 80 dianas en un solo año. Y nunca hasta hoy se ha cansado de perforar redes rivales, lo cual ya ha hecho con nueve camisetas distintas desde que salió del CD Tenerife a coste cero.

La realidad es que en la Isla nunca se le valoró como merecía. "Un día valdrá millones", pronosticó el entrenador que le dio la alternativa en el profesionalismo, David Amaral. Y aquellas declaraciones causaron hilaridad entre quienes le veían un delantero del montón. De hecho, el Tenerife llegó a descartarle cuando formaba parte de su cadena de filiales y le mandó al humilde equipo de cantera del San José, donde otra vez más se hincharía a meter goles. De vuelta en el conjunto representativo de la isla, su trayectoria fue tan fulgurante que se plantó en el primer equipo.

Amaral le llevó convocado para un amistoso entre semana (en el que también marcó) y luego a continuación en su primer partido oficial también vio portería. Fue contra el Murcia. Tiempo después, con otro equipo pimentonero (el Ciudad) firmó otro tanto providencial para la permanencia de los blanquiazules en Segunda.

En el Tenerife le tocó vivir a la sombra de la leyenda Nino el año del último ascenso blanquiazul a Primera División, pero ya entonces se erigió en un revulsivo de oro. Firmó dos cesiones con suerte dispar (al filial del Real Madrid, donde nunca le dieron confianza en favor siempre del húngaro Szalai, a quien prefirieron la mayoría de las veces; y luego al del Osasuna, donde le fue mucho mejor). Lo extraño es que en el club de su tierra no dejase ni un euro la salida de un futbolista tan prometedor. Error de su todavía gerente, que le dio apenas 15 minutos para decir sí a una irrisoria oferta de renovación.

Trotamundos del fútbol, quiso demostrarse a sí mismo que valía para ser de Primera cuando cada verano tocaba a sus puertas media Segunda División. En el Levante debutó en Europa y sentenció un derbi valenciano que aún se recuerda, en Elche dejó muy buen sabor de boca, en Zaragoza firmó un temporadón y en cambio en Éibar vivió la otra cara del fútbol, pues en Ipurúa no dejó impronta de goleador ni tan siquiera desde el banquillo.

Ahora bien, ha sido en Getafe -le ha sacado José Bordalás más punta que ninguno- cuando se ha confirmado como el ariete oportunista y excepcional que es. Un futbolista con ángel, capaz de transformar los partidos, da igual que sea titular o suplente. La solvencia de Jorge Molina o Mata le ha llevado muchas veces a la reserva, pero el rol de revolucionador lo ejerce a la perfección.

Padre de dos niñas, los años le han curtido y sus errores de juventud ya están cicatrizados. En Zaragoza le condenaron unas declaraciones desafortunadas (dijo que firmaría perder contra el Tenerife un partido intrascendente) y en la Isla aún se le recuerda que celebró con presunta efusividad un gol contra el equipo de su tierra. Detalles donde nunca hubo mala fe pero que le sirvieron para hacerse más fuerte ante la adversidad o la incomprensión. Tanto es así que ha llegado a sus 32 años en plenitud de facultades físicas, disfrutando del fútbol como nunca antes y tan ligado al gol como siempre.

Y Ángel, el futbolista que rechazó irse tan lejos como a China para llenar de ceros su cuenta corriente, ve ahora su nombre apuntado en la agenda del Barça. Palabras mayores. Ya solo que haya fijado sus miradas en él un club tan grande es la demostración evidente de que a veces la recompensa al tesón (y al gol) llega tan tarde como después de los 30. Pero Rodríguez, como los buenos vinos, ha mejorado con los años hasta ofrecer justo ahora la mejor versión de sí mismo. Quién sabe si para cumplir algún día el sueño de lucir la misma camiseta que Romario. Al que veneraba de pequeñito cuando celebraba sus goles para el Geneto.

 
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