El placer de la intimidad

Córdoba

Ahora que se acerca el carnaval es un buen momento para detenernos a pensar qué máscara es la que mejor nos encaja. Y resalto la palabra encaja porque mucho me temo que estamos haciendo ejercicios de contorsionismo para ser nosotros los que encajemos en la máscara y no viceversa. Estamos obsesionados con embutarnos como sea con esa careta ideal e impersonal que perseguimos sin descanso.

En una sociedad donde todos los bienes primarios, por lo general, están más que cubiertos deberíamos tener la capacidad de disfrutar más de la vida, de ser más gozosos y de estar menos estresados. Pero no es así. Acabamos los días exhaustos, cansados, llegamos al final de la jornada rendidos y angustiados, sin apenas tiempo libre. Una parte importante de culpa la tiene el hecho de que hemos adoptado una máscara tan homogénea, inflexible y totalizadora que estamos en una constante tensión de cara a poder ceñirnos lo mejor posible en ella.

Como no teníamos suficiente con tener que disfrazarnos en la vida real ahora hemos duplicado el asunto con el mundo virtual, aumentando la rigidez personal. Una rigidez que procede del nivel de conciencia que tengamos sobre la máscara que llevamos puesta. Una rigidez que nos sirve como medida del grado de intimidad que disfrutamos. A más intimidad menos conciencia de llevar una máscara y por lo tanto más relajación, más disfrute y más gozo. Y de eso trata el carnaval, de desinhibición y alivio, que bien pudieran ser los mejores aliados recuperar nuestra dañada intimidad .