"Literariamente a Fernando Quiñones aún no se le ha dado su sitio"
Nadia Consolani recuerda a su marido el día en que el escritor hubiese cumplido 90 años
Cádiz
Fernando Quiñones no era muy de fiestas de cumpleaños. Su filosofía era celebrar cada día sin necesidad de excusas. En este 2 de marzo de 2020 habría cumplido 90 años, pero se marchó prematuramente en 1998. Su viuda, Nadia Consolani, conserva intacta la memoria de su marido. Sobresalen los buenos recuerdos de un hombre apasionado por la literatura, el flamenco y su Cádiz. Una pasión que contagió a esta italiana, que cambió Venecia por la capital gaditana, donde decidió quedarse para seguir saboreando la nostalgia del hombre que fue su marido Nadia Consolani concede a la SER la que dice que será su última entrevista. Porque dice que ya ha contado todo lo que tenía que contar.
Entrevista a Nadia Consolani
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Pregunta. ¿Le gustaba a Fernando celebrar sus cumpleaños?
Respuesta. No. No era muy de cumpleaños. Él cumplía los años cada día. Era un hombre libre y amaba tanto la libertad que él gozaba tanto con la vida que, indudablemente, para él todos los días eran su cumpleaños. De todas maneras, la asociación siempre lo festeja, muchos amigos siguen queriéndolo, siguen leyéndolo. Yo estoy muy contenta. Podía haber vuelto a Venecia, mi ciudad, pero aquí me he quedado, en la suya. Porque he amado tanto este lugar que ya lo tengo dentro, en mis vísceras, porque soy tan gaditana como lo ha sido él.
P. Le hemos leído decir alguna vez que, después de la muerte de Fernando, no pudo pasear por La Caleta porque le recordaba demasiado a él. ¿Se ha podido reconciliar con esa playa?
R. Verá. Yo ya estoy reconciliada con toda la ciudad y más con La Caleta. Lo que ocurre es que ya soy muy viejita, muy cascada. No salgo prácticamente, estoy limitada a mis paredes, a mi literatura, a la música clásica. Estoy serena, estoy tranquila, pero no me muevo casi nada. Presiento que esta será la última entrevista que se me hace. Ya he hecho tantas y ya he hablado tanto de él, que casi no me queda nada por decir.
P. Quienes están haciendo de centinelas de la memoria de Fernando son los miembros de la Asociación Amigo Fernando Quiñones. Cumple 10 años la ruta en memoria de él, que se va a celebrar el 21 de marzo. ¿Qué papel está desempeñando este colectivo?
R. Al principio, participaba en todas. Porque podía andar, estar de pie y dar la cara. He dado mucho la cara por él como escritor, como maestro de la literatura, como bellísima persona, aunque yo tuviera mis berrinches con él. Era un torbellino, no paraba, mientras que yo soy tranquilona, tengo otra forma de ser y de vivir. Le echo de menos en estos ámbitos. Por ejemplo, las grandes conversaciones con él durante horas sobre la vida, la muerte, la filosofía, qué pensábamos, cómo intercambiábamos ideas, cómo nos ayudábamos también con el trabajo. Él me despertaba, a lo mejor, a las cuatro de la mañana para leerme un trozo de algo que acababa de escribir. Yo en eso siempre he sido muy tolerante, muy comprensiva porque le he admirado mucho. Por otro lado, en la aglomeración de gente, de novedades… me agobiaban. Respecto a la ruta, he participado en muchas, pero ya no puedo. Es una forma hermosísima de recordarlo porque en cada rincón se recita un poema o se lee un relato. Es algo conmovedor. Él adoró tanto la ciudad que cada rincón tiene un significado. Blanca lo lleva muy bien. Está dedicada a Fernando y se lo agradezco en el alma porque yo no puedo seguir haciendo más cosas, pero ella ha cogido un relevo muy importante y lo lleva muy bien. Están todos los amigos muy pendientes de los cumpleaños, de la ruta y de todo lo que ocurre sobre él.
P. ¿Tiene la sensación de que la Asociación de Amigos Fernando Quiñones está realizando la labor que ahora mismo no está haciendo la Fundación?
R. La Fundación ha sido magnífica. Ha hecho mucho por Fernando e, incluso, por mí porque yo me siento muy amiga de José María Román. Lo quiero mucho. La última exposición se hizo en el Museo de Chiclana, con mis obras, y eso no se me puede olvidar. Se ha hecho mucho. Lo que pasa es que no es lo mismo, digamos, una Fundación, que tiene una serie de gastos y que es más complejo, que una asociación de amigos. Yo creo que, de todas formas, yo no me puedo quejar ni de la una ni de la otra. Las dos han funcionado. La asociación está en Cádiz, que era el sitio clave de Fernando, en una ciudad por la que él luchó muchísimo. Yo siempre he considerado Cádiz mi suegra, mi verdadera suegra, porque la madre real, que fue Chiclana, se murió en el parto de Fernando. Claro. Amo los dos sitios. Chiclana también me llega. Y a Cádiz agradezco más que se le recuerde aquí porque él se crio en Cádiz y él adoraba Cádiz. Y decidió morir en Cádiz y aquí me he quedado aquí encantada. La asociación funciona divinamente. Además, noto el cariño que se le está echando en las rutas, la alegría de recordarlo. Fernando sigue presente y eso me satisface muchísimo.
P. ¿Y cree que la Fundación se va a poder mantener en Chiclana? ¿No teme por su mantenimiento?
R. Pienso que sí, pero, claro, también hay problemas de dinero. Yo comprendo que lo primero son los problemas sociales y la cultura queda un poco al margen. Las entidades son las que tienen que decidir si ponen o no ponen el suficiente dinero para que eso funcione como Dios manda. Pero, vamos, siempre ha funcionado. Nunca me he quejado de la Fundación, al contrario. La Fundación ayuda mucho en tesis que se están haciendo sobre Fernando, ha hecho muchas cosas positivas.
P. Lo cierto es que se sigue investigando sobre la obra de Fernando. ¿Quedan cosas por descubrir?
R. Muchísimas. Primero de todo porque es inmenso. Me conmueve decirlo porque quizá es un poco soberbio decirlo , pero es que era increíble. Tenía una cabeza prodigiosa. La gente no conoce todavía a fondo a Fernando. No lo ha leído lo suficientemente. Yo lo veo como un monstruo enorme de la literatura y, por supuesto, está por descubrir. Por ejemplo, su libro de las crónicas es un libro adelantado. Su poesía es una mezcla de sabiduría e historia, sentimiento poético, la belleza de mezclar el presente con el pasado. Es importantísimo como escritor. Yo creo que a Fernando no se le ha descubierto bien. Se le quiere, se le admira, pero, sobre todo, por su simpatía, por su alegría, por lo de recoger los plásticos de La Caleta… Yo tengo muchísimas anécdotas sobre eso. Yo pasaba mucha vergüenza. Las marías le criticaban, no sabían que yo era su mujer y se reían del escritor que recogía plásticos. He vivido muchas situaciones fuertes también con él. A veces, me cansaba y me irritaba, pero siempre con una admiración grande hacia su persona y su cabeza. Su mente era increíble. A mí me ha ayudado mucho como persona y como artista.
P. Ha dicho que no se le ha descubierto bien, entiendo que se refiere a un descubrimiento literario. ¿Qué ha faltado? ¿Reconocimiento?
R. Eso mismo. Él tiene el amor del pueblo porque lo tiene y lo sigo percibiendo, pero literariamente me parece insuficiente el sitio que tiene. Quizá es un acto de soberbia mío, pero creo que cabe darle un sitio mayor. Porque era un gran escritor y poeta. Hay mucha filosofía. Culturalmente era inmenso. Claro que he sufrido y luchado porque era un trasto, todo le daba igual, era absolutamente libre y eso me incomodaba. Pero la admiración hacia su capacidad literaria siempre ha sido superior a los pequeños problemas caseros.
P. ¿Queda algo por difundir de su legado literario?
R. Yo creo que no queda nada. Queda saberlo interpretar, saberlo leer. Queda dedicarse a él con más profundidad y olvidarse un poco de él como persona simpática o cachonda, alegre y vital. Simplemente, centrarse en su literatura, en lo que él ha dejado, que es mucho.
P. Usted es artista, ceramista. Alguna vez la hemos escuchado reivindicarse como Nadia Consolani, más allá de ser la mujer de Fernando Quiñones. ¿Dónde le gustaría que se quedara su legado, el de Nadia Consolani?
R. Yo tengo mi faceta artística, pero nunca me he hecho mucho caso. Las cosas como son. Me lo han hecho los demás, pero yo nunca he buscado que se me conociera. En Italia era más activa, con una asociación cultural que tenía en Venecia. Allí era Nadia. Aquí era la mujer de Fernando Quiñones, como es lógico. Indudablemente, la última exposición que se hizo de mi obra en el Museo de Chiclana fue preciosa y me encantó. Ver mis piezas de pronto representadas. Jesús Serrano, que fue quien lo movió todo, lo ha hecho con absoluto amor y dedicación. Ha salido muy bien todo. Hasta el catálogo es una preciosidad de buen gusto. Yo estoy muy contenta donde estoy. He tenido que reivindicarme como persona. Quién no. Yo soy la mujer de Quiñones, pero también soy Nadia Consolani. Como artista y como mujer, me gusta tener mi sitio, como es natural. Pero tampoco he hecho mucho por mí. He empujado más la figura de Fernando porque lo creía más importante.
P. Y cuando llega cada 2 de marzo, ¿en qué piensa? ¿le sigue recordando?
R. Mira, han pasado 22 años de su muerte, pero, diariamente, está presente en todo porque es que era tan vital, tan fuerte como personaje en mi vida, que, claro, está presente Fernando por todos los rincones. Él inventaba constantemente. Cuando los niños eran chicos, jugaba al corro de la patata con el gato. O cuando veníamos de Madrid con el coche, el 4L, inventaba un montón de juegos. Les decía: el que encuentre una gallina le doy tres pesetas, el que vea un elefante le doy cien pesetas… Siempre estaba inventando cosas. También me enfadaba porque me cansaba su vitalidad. Pero siempre tenía más fuerza el amor.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...