El puente hacia ninguna parte
Crónica política de la semana
Úbeda
Extraño puente, éste, con Andalucía por bandera, ni verde ni blanca, ni roja ni azul, ni chicha ni limoná, en el que el coronavirus, infectado de superchería y delirantes teorías conspiranoicas, nos sobresalta el alma cándida por un estornudo, periférico y suburbial, de una enfermera de Arjonilla, de Torrejón de Ardoz al Chare ‘Alto Guadalquivir’ de Andújar. Atípico fin de semana largo, con dos días extras de vacaciones escolares, más ocupación turística en la ciudad de Jaén que en Úbeda/Baeza, tregua en los cortes de la A-4 por Despeñaperros en la rebelión que no cesa de unos aceituneros altivos que vierten antes en el asfalto pimiento marroquí que una sola gota de aceite de aquí. Anchuras de asueto y azar con la visita fugaz a Linares –sin avisar, protesta Caro-Accino, el alcalde cameral- de la ministra Reyes Maroto en pos de una reindustrialización que se está haciendo décadas esperar; la constatación más fehaciente en los últimos tiempos de que la coordinación en el grupo municipal del PP jaenciano está hecha unos zorros –aquí cada cual, como si de un juego de mesa se tratara, se salta el pleno y se toma el puente cuando le viene en gana-; y el siempre triste, tristísimo, pobre de mí, entierro de la sardina de un carnaval que, desdentado por adocenado con respecto al poder, ya ni muerde ni hiere, ni duele ni parece tal.
Díganme, a propósito, por cierto, que no es por meter gratuitamente el dedo en el ojo, en el momento actual, ¿qué es y qué significa para un jiennense, como usted o yo, la fiesta del ‘28 de Febrero’ que acabamos de conmemorar? ¿Cuáles son las señas de identidad que nos asemejan más a un cordobés o a un granadino que a un albaceteño o a un ciudadrealeño? Díganmelo, sin ambages, sin convencionalismos políticamente correctos. Tómense un tiempo para contestar. ¿40 años se les antoja poco? Volvamos a empezar. ¿Qué es y qué significa la bandera verde y blanca de Blas Infante, una personalidad ensombrecida, desconocida, emparedada en un mito reconstruido en cartón piedra desde el poder político? No hay discurso reivindicativo tras de él, sólo una efigie, la letra de un himno y el vergonzoso contrasentido de quienes tararean la música en actos oficiales, abominando del texto. ¿Qué es y qué significa el ’28-F’ para un hijo de Jaén, condenado a la Andalucía de las dos velocidades: la veloz, la moderna, la económicamente pujante, que gira en torno a sus dos grandes capitalidades, Sevilla y Málaga, y sólo busca complementariedad en la costa; y la otra, conformada por promesas que nunca se cumplen del todo mientras se consuma la fuga de su savia nueva, la mejor formada y preparada de la Historia, dejando atrás apenas a los viejos y a los peor formados, asidos a las migajas de pensiones y subsidios miserables?
¿Por qué uno de Jaén ha de sentirse orgulloso de ser andaluz cuando de Andalucía como pueblo, destino común, sólo hablan los politicastros regionales cuando el Gobierno central les retiene el IVA o les confunde con una diatriba sobre el Impuesto de Sucesiones? ¿Qué es ser andaluz en el s.XXI, en 2020, en el conjunto estatal, cuando la Sanidad, la Educación, la Atención a la Dependencia, para ser dignas, mutan en función a tu clase social, a tu poder adquisitivo, a tu condición de asalariado o autónomo, funcionario o emprendedor, hayas nacido en un pueblo de Sierra Mágina o en otro cacereño de Las Hurdes o soriano de las Tierras Altas? ¿Por qué debemos sentir como propios los discursos de Moreno Bonilla, hoy, o de Susana Díaz, anteayer, si se limitan a arribar a estos pagos en campaña electoral regalando el oído mediante promesas grandilocuentes que el tiempo luego convierte en nada? ¿Qué fue de aquel nacionalismo rabiosamente andaluz que reclamó en los albores democráticos nuestra autonomía plena, a través del artículo 151 de la Constitución, en pie de igualdad con las nacionalidades históricas?
28 de Febrero. Un buen puente en el cole. Un espléndido puente turístico. Un puente, sin mácula, sin distingos confesionales, puesto que son los mismos en la calle pero con distintos disfraces, de don Carnal a doña Cuaresma. Un puente destrozado, intransitable, entre la Andalucía oficial y la Andalucía real, desde la Andalucía centralista y de litoral hasta la Andalucía de interior, empequeñecida y rural. El puente hacia ninguna parte. Viva Andalucía, sin embargo, no obstante, aunque pierda, con sus contrastes y sus resaltes, por cuanto quisimos que fuera y que, a nuestro pesar, a la hora de la verdad, por muchos puentes que tendamos con España y la Humanidad, ni fue ni será.