La peña, un día cualquiera
Rafael Benítez Toledano

Jerez de la Frontera
Es mediodía de un sábado cualquiera en la Peña-bueno, cualquiera no, es el cumpleaños de Andrés- y por la puerta encajada van llegando socios y amigos; y de la cocina el perfume y el borboteo de un puchero con todos sus avios. Hay cierto aire de zafarrancho y trajín de escaleras en la retirada tardía de adornos navideños, y de los camerinos llega jaleo de palmas y compás de ensayo. Las niñas chicas preparan su particular «japiverdei» por bulerías con el soniquete del barrio, la bandera con la que Santiago ha conquistado la China, los Japones y las «América». Que diría una folclórica de las del candelabro.
Dos horas más tarde-cuando llegan la tarta, el café de pucherete y los güisquis- allí ya ha cantado hasta un tartaja. Ha cantado Joaquín El Zambo y su hijo Abraham, ha cantado el pintor José Basto, ha cantado el aficionado Rafael Reguera; y a mi me falta el canto de un duro y un último cubata para arrancarme por Pericón. Al baile la tercera edad de bronce de los coros y danzas, la exaltación suprema del moño y el roete, la gracia y el refajo.
Bajo su apariencia de café cantante, el salón de TÍO JOSÉ DE PAULA acoge este sábado una pequeña reunión de cabales hasta las manillas de arte, pringá y adobo.




