"Águila Líder a Solo": el silencio que deja a la AGA en la "peor pesadilla"
El silencio que estremece de nuevo a los miembros de la academia, que ya han visto "volar alto hasta el cielo" a tres instructores y a una alumna en tres accidentes aéreos
San Javier
La Manga del Mar Menor presentaba unas muy buenas condiciones el pasado 27 de febrero para volar: cielos poco nubosos o despejados, viento flojo y gran visibilidad.
Los C-101 de la Patrulla Águila realizaban una tabla de entrenamiento ante una nueva temporada de exhibiciones, que abarca de mayo a octubre, ensayando en la misma zona en la que hace medio año comenzaría la "peor de las pesadillas" para la Academia General del Aire (AGA), de San Javier (Murcia).
La unidad acrobática del Ejército del Aire español, formada por siete experimentados pilotos, se repartía en tres sectores de vuelo: el Rombo 4, conformado por el líder y tres aviadores más; el Par, con dos pilotos, y el Solo, encargado de abandonar la formación para realizar las maniobras más arriesgadas y difíciles en las exhibiciones aéreas.
Eran las 15:45 horas de un jueves rutinario, que debía haber acabado, como todos los jueves, con Eduardo Garvalena, Solo de la patrulla e instructor de los alumnos de cuarto curso, realizando un análisis de la jornada de vuelo como oficial de seguridad, pero una llamada al teléfono de emergencias 112 lo trastocó todo.
Un residente en La Manga alertaba de que un avión había vuelto a caer en la misma zona en la que uno de los más de 40 reactores C-101 de la AGA se estrelló el 26 de agosto pasado con el comandante instructor Francisco Marín a bordo, el penúltimo Solo de la AGA, que había dejado su puesto hacía dos años a Garvalena, este granadino de 38 años casado y con tres hijos.
Daniel Zambrano, el jefe de la Patrulla Águila, recibe el aviso del 112 en su puesto de la torre de control de la base aérea e inicia una secuencia que duró unas escasas decenas de segundos, pero que parecieron eternas.
Zambrano avisa al líder de la formación, José Javier Sánchez, que, tras comprobar visualmente que los tres compañeros que entrenan en su sector están junto a él, inicia la comprobación con los tres reactores restantes: "Águila Líder a Águila Par", llamada de radio que estos contestan.
"Águila Líder a Águila Solo. Águila Líder a Águila Solo"... y el silencio que estremece de nuevo a los miembros de la academia, donde se forman los futuros pilotos del Ejército del Aire y que ya han visto "volar alto hasta el cielo", como ellos mismos proclaman, a tres instructores y a una alumna en tres accidentes aéreos.
Inmediatamente, Rocío González y Francisco Javier Pérez, los pares de la Patrulla Águila, abandonan su sector y se dirigen a la zona de entrenamiento de Garvalena con la esperanza de que su compañero, hijo de un coronel en la reserva que dirigió la AGA, hubiera podido eyectarse y estar en la balsa de emergencia o flotando con su salvavidas.
Pero solo avistan una mancha de hidrocarburos y aceite, tras lo que inician un desolador regreso a la base, donde ya se había iniciado el dispositivo de búsqueda por aire y mar que rescató el cuerpo sin vida de Garvalena a la mañana siguiente, dentro de la cabina del C-101, un avión al final de su vida útil y que será sustituido para instrucción de los alumnos de la AGA a partir de septiembre de 2021.
"Estamos mal. Un accidente aéreo siempre es posible, pero el tercero en el mismo curso no ocurre ni en las peores de las pesadillas", afirma una fuente de la academia que repite el discurso oficial de que los aviones solo despegan si están preparados para ello, aunque reconoce que la carga de trabajo de los pilotos es "grande".
Tras un nuevo funeral en el que los compañeros de la AGA entregaron a los familiares la cuarta bandera de España doblada, las caras largas y las miradas perdidas asaltan a toda la base, cuyos componentes reclamaron el pasado lunes más personal a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en el curso de dos largas reuniones: una con alumnos y otra con profesores e instructores.
Robles ha reconocido que es "prioritario" aumentar las plantillas del Ejército del Aire, con un déficit de 8.000 plazas producido durante los años de crisis, pero la Patrulla Águila tiene un problema añadido: no tiene un piloto en reserva que pueda hacer el adiestramiento a un nuevo Solo, pues los dos últimos han muerto.
El martes se reiniciaron los vuelos en la AGA, por tercera vez tras un compañero recién enterrado, pero la Patrulla Águila sigue en tierra a la espera de que el Jefe del Estado Mayor del Aire tome una decisión: dejar a la unidad acrobática en tierra esta temporada o que vuele sin una de sus siete águilas, la que realiza las maniobras más arriesgadas.