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Paco Rebolo

'Me he perdido y no sé donde'

Llevo unos días ligeramente alborotado en la contemplación de la vida diaria a través de mi viejo coche a la par que reflexiono sobre la condición humana

La Firma de Paco Re3bolo: "Me he perdido y no sé donde"

La Firma de Paco Re3bolo: "Me he perdido y no sé donde"

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Algeciras

Llevo unos días ligeramente alborotado en la contemplación de la vida diaria a través de mi viejo coche a la par que reflexiono sobre la condición humana. Reflexionar sobre esta condición mientras circulas suele ser consecuencia de situaciones en las que uno se plantea si la realidad es así o es que mis neuronas en activo patinan al unísono.

Describo más que narro:

  • Semáforo complicado, Instituto de Formación profesional enfrente. Papá amoroso que detiene su vehículo para que el niño salga (tiene que andar por mitad de la calle unos metros y luego llegar al paso de peatones por lo que es más seguro parar unos metros más adelante y además no estorbaría a nadie. Pero son 10 metros, ¿o es que ustedes nunca han llevado a los niños al colegio?). Varios vehículos que tienen que invadir la curva de la carretera. Pitos y palmas. Padre airado que se encara con la fila de coches, ahí está el tío. Por cierto, el nene en cuestión ya rondaba los 13-14 añitos en canal.
  • El mismo semáforo, breve como la vida, intenso como la canela en polvo, coche parado a pesar de la flechita en verde y de nuevo pitos ante la pasividad del vehículo en arrancar y como aquí no hay vida extra, a esperar y ante la segunda vez en que, cerca de dos minutos despues, vuelve a reverdecer como un olmo seco el artilugio de tráfico, pitos enfervorizados y la persona que conduce que manifiesta notoriamente un cabreo extremo porque no teníamos paciencia los que aguardábamos el turno.
  • Otro semáforo, aunque éste se bifurca, como las decisiones en la vida, y flechita verde a la derecha. Persona conductora que se niega a arrancar porque el otro sigue en rojo, el que va al frente, no a la derecha. No hay forma humana de que entre en razón y ante el riesgo de apoplejía por ambas partes, desisto en bien de la Sanidad Pública.
  • Rotonda, casi de noche, y patinete de los modernos que la cruza por donde manda la geometría, el lugar más corto, que no suele coincidir con lo que marcan las normas de circulación, por la derecha. Pitada de advertencia y el zagal, con auriculares incrustados hasta el oído interno, que dibuja una graciosa y estilizada figura decorativa con el dedo corazón de su mano derecha mientras esquiva como puede un coche que va por su carril mientras el del patinete quería circular modo Brexit.
  • Calle que da a avenida con enjundia. Coche de esos grandes, que por lo visto son el standard de calidad para recoger a los niños del cole, que decide parar atravesado en grácil diagonal. Dos o tres metros más adelante puede estacionar sin problemas de ningún tipo. Ligero toque de claxon, coches que maniobran modo rallie para sortear obstáculos mientras agradecen a la persona que conduce la oportunidad de pasarlo tan bien en ese ejercicio de habilidad extrema.

Y eso en esta semana, una como otra cualquiera, que me hace pensar que soy yo el que se ha perdido en algún semáforo, en algún recoveco de mi mente o en alguna oscura forma de civismo en desuso. Pero lo cierto es que ya no sé si el raro sigo siendo yo ni cuál es la bifurcación donde erré el camino. Y ya comienzo a ser muy mayor como para averiguarlo.

 
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