Los sentidos de la cuarentena

Las Palmas de Gran Canaria

Es curioso como el ser humano es capaz de acostumbrarse a cosas nuevas. No sé a ustedes pero a mí la cuarentena por coronavirus ha conseguido que se adapten mis sentidos. Al quedarte en casa lo primero que cambia es nuestra percepción del tiempo. Todo parece que va más lento, el reloj no es un amigo en tiempo de cuarentena, los minutos parecen horas y cualquier distracción hace que se aceleren las agujas. Lo hemos comprobado este fin de semana donde la vista se ha tenido que adaptar aún más a las pantallas. A la tele, la tablet y, sobre todo, al móvil.

Aunque la vista no es el único sentido que ha tenido que cambiar. El gusto también lo ha hecho. La puerta que más he abierto estos días no ha sido la de la calle sino la de la nevera. Será cosa de la ansiedad o de la falta de costumbre de estar en casa que hasta la zanahoria que llevaba semanas al fondo del frigorífico me parecía apetecible. Lo mismo me pasaba con los olores. Ya mi casa no me olía a mi casa. He perdido esa sensación que se huele cuando vuelves a tu hogar de la calle y que consigue relajarte o hacerte sentir más cómodo. Tenía unas ganas tremendas de volar del nido pero no se puede.

Lo que más se me ha agudizado con la cuarentena ha sido el oído. Cuando los humanos paramos podemos escuchar la vida. No sabía que por mi casa vivieran tantos pájaros, o que mi vecino de arriba roncara con tanta fuerza que pudiera traspasar las paredes. Era capaz de escuchar hasta las entradas y salidas de los clientes de la tiendita de la esquina. Y gracias a las noches sin vida en la calle he recordado que hasta el silencio puede ser ensordecedor. Aunque hay cosas que no cambian en cuarentena. La radio ha seguido siendo nuestra mejor compañía, ésa que no te abandona.

Pero ha habido sonido nuevos, que emocionan. Esos aplausos a los héroes. Que no solamente son los médicos, los empleados de los supermercados o los equipos de emergencia de seguridad. Todos ustedes están siendo héroes, salvando vidas quedándose en sus casas, dejando de hacer lo que quieren por los que quieren. Es curioso como es el ser humano es capaz de adaptar los sentidos por un bien común. Incluso desarrollando la empatía. Esa capacidad de ponernos en el lugar del otro ha conseguido salir de la mayoría de nosotros, paradójicamente, gracias a nuestro encierro.