Unirse, cuidarse

Bueno, pues ya llegó. Lo habíamos visto tantas veces en las películas que ahora nos cuesta pensar que es real. Hemos leído muchas veces que la frontera entre la realidad y la ficción era difusa, ahora tenemos la certeza en la piel. El miedo es una certeza física. Y asusta.

También asustan los políticos, esa pléyade de incompetentes lobotomizados que son incapaces de prever nada, de poner el interés común por encima de sus miserias partidarias. Pero no será hoy el día de sacar la lija y pasar la cuenta. Tiempo habrá. Ahora toca guardar energía, centrarse en lo importante. Unirse. Cuidarse.

Vamos a salir de esta, con heridas, claro, algunas muy profundas y dolorosas, pero probablemente mejores, sabiendo qué es lo esencial y qué lo accesorio. Analizando cómo nos hemos perdido en el humo de las pantallas, del postureo y del egoísmo posmoderno.

Y volveremos al tiempo de las rosas y del vino, a la felicidad plácida de lo cotidiano porque este pueblo encierra también encierra la semilla de la bondad, de la generosidad, del sacrificio. No tendremos nunca manos suficientes para agradecer a los médicos, a las enfermeras, a los limpiadores, a los trabajadores que salen cada día a su fábrica, a su tienda, a su curro, con el miedo en las tripas, y venciéndolo para que la vida continúe.

Y no se olviden de reír, por favor. Esta mañana me ha confesado un amigo que lleva cuatro días sin cumplir con el sagrado sacramento, que no puede, que la tensión es bromuro para él. Y eso sí que no, eh . A ver si va a llegar el apocalipsis de verdad y nos pilla sin los deberes hechos. Hasta ahí podíamos llegar. Que la coyunda estimula el sistema inmunitario, carajo. Lo acaba de decir Fernando Simón en la tele. O eso le ha entendido un servidor.