Por ellos

Me despierto en el mismo círculo de los días con la certeza de la pesadilla. La primavera toca a las puertas cerradas y vamos alumbrando las jornadas con los recuentos y las cifras, con el insomnio y las ventanas clausuradas. Pero, si algo nos está dejando esta crisis es la certeza de un mañana; una verdad humana y posible. Nuestro enemigo lame los espacios, pero no las almas. El tiempo carece de importancia, sólo el latido de un clamor que crecerá hasta que se rompan los cristales de la ausencia. Vamos a salir adelante. Recogeremos los pedazos, ampliaremos los abrazos, prorrogaremos la primavera, saludaremos al vecino a manos y corazónes llenos, los hijos se rencontrarán con sus padres y los niños volverán a recorrer las calles, como gorriones inverosímiles, sobre las huellas de una herida profunda. Ahora, contemos las carencias pero también los sueños, recapitulemos las soledades; aprovechemos para escribir esa partitura de besos y reencuentros, ahora que nos reconocemos, ahora que sabemos sin género de dudas que despertaremos en un bol de lluvia hechos ovillos de esperanza y que nos espera el acero de la incertidumbre. Pero todo a su tiempo. Nuestro pensamiento debe estar en ellos, en una generación que se desangra como una biblioteca incendiada. Quedémonos en casa por ellos. Los que dieron su hálito a nuestra historia, los que no miraron para otro lado, los que no salvaron los muebles, los que hicieron de un roto y un descosido una oportunidad, de los que lustraron los zapatos de nuestra infancia, los que se partieron la cara en la calle por la libertad, los que padecieron el vértigo del hambre y la desazón, los que dieron su techo cuando nos robaron el nuestro, los que se dieron la paz, el pan y la sal, los que nos enseñaron el valor del abrazo y del amanecer, los que trazaron caminos en un océano entre lágrimas, los que enterraron los fusiles, los que nos sirvieron el amor y el futuro en bandeja, los que nos amamantaron preñados de futuro y esperanza, los que nunca vendieron una caricia a plazos, los que nunca se fueron. Estamos en guerra, en una maldita guerra contra lo invisible pero también contra la desconfianza y el egoísmo. Arrancaremos la raíces del miedo, ganaremos esta guerra y cuando todo termine nos cruzaremos con ellos, nuestros mayores, con esa mirada que sólo tienen los niños cuando observan las estrellas.