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El Expositor

Aparta de mí este cáliz

Crónica política de la semana

Pedro Sánchez, presidente del gobierno / VIVA Jaén

Pedro Sánchez, presidente del gobierno

Úbeda

¿Quién dijo que este año no habría procesiones? Inmersos estamos ya, de hecho, en una Semana Santa de sesión continua: íntima, dolorosa e irrepetible. Dos semanas más de alarma, hasta el Sábado de Gloria. Un calvario vírico/bíblico tan enigmático como las plagas de Egipto. Penitentes anónimos, con caperuzas y antifaces, profesionales de la sanidad o enfermos, en vía crucis hacia el hospital más cercano. Bandas de cornetas y tambores aporreando conciencias en un cosmos digital donde se mueven a sus anchas toda suerte de fariseos.

Segunda semana de emergencia y confinamiento en catacumbas de Primero de Cristianismo. ¿Quién se atrevió a escribir el siguiente capítulo de nuestra histeria colectiva con renglones torcidos?

El sinsentido de Estado del principal grupo de la oposición llega al extremo de culpar al Gobierno de la Nación de la dimensión de la crisis sanitaria que estamos padeciendo, atribuyendo la expansión de la pandemia a la irresponsabilidad del Ejecutivo al no suspender la celebración de las multitudinarias manifestaciones del ‘8-M’. ¿Cabría extender la acusación a quienes propiciaron las aglomeraciones de público en partidos de fútbol y baloncesto, conciertos musicales, asambleas políticas y actos religiosos? Las comparecencias de Pablo Casado, justo después de las del presidente Pedro Sánchez, ¿serían imaginables en Italia o Francia? Sánchez no será estadista pero es presidente legítimo, por eso resulta muy triste que dirigentes del PP, en la crítica coyuntura actual, puedan proferirle impunemente toda clase de insultos. ¿Que todos unidos -como convencido estaba el pueblo judío de su rechazo al invasor romano- vamos a salir de esta? Permítanme que lo ponga en cuarentena. España alcanzaba, ayer, la cifra de 1.720 muertos, con 28.572 contagiados: 171, en la provincia, donde se contabilizan 3 fallecidos. Y lo peor está por llegar. Así que, desde este huerto de los olivos que es Jaén, con bastante menos casos que en otras partes, aunque con el miedo metido en el cuerpo carcomiendo el discernimiento, no cabe otra que repetir el ruego premonitorio de Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". O el ‘España, aparta de mí este cáliz’ del peruano César Vallejo: “Si cae España, de la tierra para abajo, niños ¡cómo vais a cesar de crecer! ¡Cómo va a castigar el año al mes! ¡Cómo van a quedarse en diez los dientes, en palote el diptongo, la medalla en llanto!”.

En Jaén, el coronavirus crece moderadamente en el seno de una sociedad enclaustrada a regañadientes y plenamente consciente de la insoportable levedad de su ser. Los olivareros se ofrecen voluntarios, con sus brazos y maquinaria, para ayudar a desinfectar las calles. Los sanitarios dan ejemplo de sacrificio y contumacia pese a la carencia de medios. Sólo unos cuantos insensatos se reunían este pasado fin de semana, clandestinamente, en cocheras de pequeñas poblaciones a encuentros de ocio de altísimo riesgo. ¿Qué parte del #quedateencasa no habrán entendido?

Al caer la tarde, invariablemente, a las 8, de balcones y ventanas volaban empáticas salvas de aplausos. Cristo llevando la cruz, el Cirineo, la Verónica, las caídas… Caceroladas, coincidiendo con el discurso de un Felipe VI que acaba de renunciar a la herencia envenenada del rey emérito (“Padre, aparta de mí este cáliz”) o con la rueda de prensa del sábado noche de Pedro Sánchez. Autónomos y pymes echan la persiana mientras hipermercados, supermercados y transporte de paquetería hacen su agosto. La obra tampoco para. Empresarios inertes aprovechan este Pisuerga para destruir empleo y sólo los valientes se aferran a la esperanza a través del ERTE.

¿Quién dijo que este año no habría procesiones? Suspendidas oficialmente en la Diócesis de Jaén misas y entierros, estaciones de penitencia en la vía pública y la romería mariana más grande y antigua, la de la Virgen de la Cabeza, proclamemos en primera persona del singular, hoy más que nunca, nuestra fe inquebrantable en el Domingo de Resurrección, 12 de abril. Sí, yo creo.

 
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